Posted by : Unknown
viernes, 30 de enero de 2015
Capitulo 11: Rosas y Revelaciones
Aquel día por fin se cumpliría el deseo que Mimi llevaba añorando desde que se había mudado a Japón… le traerían el ansiado lavavajillas.
Aún ella y sus compañeras se reían de aquel momento siempre que podían, tras el día en casa de los chicos que Mimi decidió que llamaría a su casero para pedírselo, un buen día decidió coger el móvil y mientras Sora le dictaba el número de teléfono no dejaban de reírse sin parar, cuando Mimi pulsó el botón de llamada les ordenó que se callaran con su dedo índice en la boca aguantándose ella misma las ganas de echarse a reír… Al momento se oyó el sonido de descuelga seguida de una voz masculina:
- ¿Quién es?
- Hola señor…- Mimi miró a Sora que le susurraba en voz baja un nombre que no entendió del todo- ¿Yamamoto?
- Sí, soy yo- contestó el hombre para alivio de Mimi.
- Mire, soy Mimi Tachikawa, una de sus inquilinas- se presentó ella.
- ¡Ah sí!- dijo el casero al otro lado del teléfono- la alumna americana, ¿me equivoco?
- No, no se equivoca- dijo Mimi.
- Bueno, ¿en qué puede ayudarte, guapa?- preguntó el hombre.
- Mire, le llamaba para comentarle que necesitamos un lavavajillas… porque somos tres chicas aquí y se ejerce un gasto terrible de agua cuando hay que fregar los platos…
- Ya…- se limitaba a escuchar al hombre.
- No hace ni falta que usted los mire- siguió Mimi intentando convencerle- podemos mirarlo nosotras mismas y luego comunicarle el precio y demás…
Tras una larga pausa en la que deseaba con todas sus fuerzas que hablara, finalmente le contestó:
- De acuerdo señorita Tachikawa- dijo el hombre aceptándolo de repente- llámame en cuanto lo hayan elegido y yo mismo me encargare de todo.
- Muchas gracias, señor Yamamoto- dijo Mimi contentísima.
- De nada- dijo él y se dispuso a añadir- una cosa más, no vivo muy lejos de vuestro piso, si necesitáis cualquier cosa no hace falta que me llaméis, podéis venir a mi casa a verme… bueno y también si deseas venir a hacerme una visita, yo estaré encantado de recibirla… siempre me han agradado las americanas…
Aquello último había sonado muy pervertido haciendo que el gesto de Mimi cambiase y se sintiera enrojecer ante tal proposición indecorosa, pero trato de hablar como si no hubiera captado la indirecta, aunque no lo logró:
- ¡No! No creo que pueda pasar por su casa, gracias, bueno es tarde y tengo que irme, ya nos pondremos en contacto con usted… ¡Adiós!- tras decir aquello colgó con brusquedad y lanzó el móvil al sofá como si quemase ante las miradas estupefactas de Kari y Sora.
- ¿Qué pasa?-preguntó Kari perpleja.
- ¡No os vais a creer lo que me ha sugerido el viejo verde éste!- bramó Mimi muerta de vergüenza y de indignación, y les contó todo lo que había pasado.
Cuando terminó de relatárselo, las dos chicas estallaron en sonoras carcajadas mientras se retorcían en el sofá por el esfuerzo de la risa, Mimi las miraba completamente enfurecida:
- ¡Pues a mí no me hace ni puta gracia!
- ¡A mí un montón!- contestó Sora mientras se recargaba contra el sofá intentando hablar pero no le salían casi las palabras, cuando por fin logró calmarse un poco dijo- ¡Niña! Lávate esa boca con jabón, no está bien hablar así cuando se trate del puto viejo verde de Yamamoto.
- Mira quien fue a hablar- dijo Kari que ya también había logrado dejar de reírse- que hombre más asqueroso… ¿Cuántos años tiene, Sora?
- Tiene 62 creo…- dijo Sora- y está soltero, así que dime tú… me acuerdo cuando me vine a vivir aquí, intentó meterme mano el muy cerdo y le pegué una ostia que vio las estrellas, y ahí se le quitaron las ganas de meter la mano donde no debe…
- Pues hablas tú con él cuando le tengamos que decir cuánto va a costar- dijo Mimi- yo no pienso volver a llamarle, parecía que me violaba por teléfono…
Al oír aquello, Sora y Kari se volvieron a echar a reír con más fuerza que antes mientras se lo imaginaban y Mimi no pudo evitar echarse a reír ella también… aunque no le parecía bien lo que había pasado no pudo evitar encontrarle cierta gracia…
Llamaron a la puerta, serían ya los del lavavajillas, Kari salió de la cocina corriendo y les abrió la puerta, en efecto eran dos técnicos con una enorme caja, ambos saludaron con educación y dijeron:
- ¡Buenas tardes!- dijo uno de ellos, mientras sacaba un hoja de papel y preguntaba- ¿Tachikawa Mimi?
- Soy yo- contestó Mimi acercándose.
Le hicieron firmar un documento donde se acreditaba que había llegado a su destino, y entonces les señalaron donde estaba la cocina, ambos entraron cargando con él y entonces Mimi tomó su abrigo del colgador y le dijo a Kari:
- Kari, me tengo que ir a la biblioteca, que tengo que estudiar y ya llego tarde… ¿Podréis ocuparos Sora y tú de todo?
- Descuida- dijo Kari sonriendo- si ocurriese algo extraño te llamo, vete a estudiar.
- Nos vemos a la hora de comer si eso…- dijo Mimi mientras se ponía su gorro blanco en la cabeza.
- No creo- dijo Kari- me quedaré en la cafetería de la facultad con Daisuke y mis amigas, que tenemos clase pronto…
- Bueno, pues ya te veré- dijo Mimi dándole un beso en la mejilla que le fue inmediatamente correspondido como solían hacer cada vez que se despedían.
Salió de casa y tomó enseguida el ascensor, alcanzó el portal en un momento y cuando abrió la puerta a la calle el aire congelado le golpeó en la cara, Mimi se apresuró a acomodarse la bufanda y empezó a correr calle abajo en dirección al metro.
Por el camino, iba pensando en sus cosas mientras iba esquivando a la avalancha de personas que se lanzaban hacia la salida del metro en dirección a sus trabajos, era lo que menos le gustaba de Tokio, la aglomeración de las personas en los vagones del metro y la dificultad para poder respirar en ellos
debido a eso…
debido a eso…
Al fin accedió a los andenes para esperar el tren, consultó su reloj y contempló en los paneles de información que el próximo tren llegaría en tres minutos, así se apoyó en la pared a esperar evitando ser arrollada por alguna persona con demasiada prisa.
- ¡Mimi!- oyó para su sorpresa que la llamaban.
Se dio la vuelta hacia su derecha y se encontró a Kido Jou que estaba bajando las escaleras para daban a los andenes. Contenta de verle, le levantó el brazo para saludarle y él se acercó a ella cuando llegó al andén:
- ¡Menuda sorpresa!- exclamó ella sonriente.
- ¡Cierto!- dijo el joven mientras arrastraba sus gafas a la posición correcta como era costumbre- ¿Vives por aquí?
- Sí- dijo ella- aquí al lado prácticamente.
- ¡Qué casualidad!- dijo Jou- mi residencia está también en este barrio, solo que a mí la boca de metro me queda más alejada.
- Si va a resultar que somos vecinos y todo- dijo Mimi.
De repente, llegó el tren un poco antes de la hora marcada, venía lleno de gente casi hasta los topes, Mimi deseó que toda esa gente se bajase en su parada para al menos poder entrar al vagón.
Tuvo suerte. Ya que del vagón que tenían enfrente bajó un número considerable de personas, pero ella y Jou tuvieron que entrar rápidamente antes de que las demás personas se decidieran entrar a la vez y no tuvieran sitio.
En el interior no quedaba ningún asiento libre, así que agarraron a las barandas que colgaban del techo, en ese momento empezó a entrar gente de forma frenética, casi no pudiendo entrar, por lo que aparecieron unos encargados del metro y tuvieron que evitar que más gente entrase para que se pudieran cerrar las puertas.
Estas se cerraron y Mimi empezó a sentir angustia al estar tan cerca de la gente, miró a Jou y él parecía en la misma situación, él le devolvió la mirada y dijo:
- Odio esto… tengo agorafobia y lo paso realmente mal en estos sitios…
- A mí tampoco me gusta- dijo Mimi mientras miraba el número de estaciones que había- ¿vas al campus?
- Sí- dijo Jou mientras levantaba la cabeza en busca de más aire para vencer la ansiedad.
- Solo son tres estaciones- dijo Mimi.
El tren comenzó a moverse haciendo un pequeño movimiento que tambaleó a todos un poco, Jou se tensó a su lado y vio cómo agarraba más fuerte la baranda, ella le imitó casi enseguida por si a alguien le daba por perder el equilibrio y hacerles caer a todos…
Llegaron a la primera parada y mucha gente bajó, pero al momento subió mucha más gente y estuvieron mucho más aplastados unos contra otros, Jou dio un fuerte resoplido y tomó del brazo a Mimi para apoyarse contra la pared del vagón y evitar ser arrastrados:
- ¿Y cómo sueles ir al campus todos los días?- le preguntó Mimi al ver lo mucho que estaba sufriendo.
- Suelo ir en bicicleta- le dijo él- lo que pasa es que como estos días ha estado lloviendo me he tenido que coger el metro para poder llegar… espero que empiece a hacer mejor porque no soporto este medio de transporte…
- Yo creo que ya estoy acostumbrada- le dijo Mimi- en Nueva York, donde yo vivo también tengo que cogerlo y siempre está hasta arriba de gente…
Él solo asintió con una mueca de resignación y volvió a mirar el itinerario de estaciones, resopló una vez más al ver que las puertas se intentaban cerrar otra vez.
Al fin llegaron a su destino y tuvieron que pelear para salir de allí y cuando lo lograron Jou se apresuró a alejarse de la multitud con Mimi pisándole los talones. Una vez encontró un lugar más tranquilo, cesó el paso y esperó a Mimi, estaba bastante disgustado:
- ¡Dios! Me da igual empaparme, la próxima vez me voy en bicicleta… odio este lugar…
- ¡Jajaja!- se reía Mimi a carcajadas, ya que le resultaba muy gracioso- anda, salgamos de aquí.
Y salieron por la boca del metro justo enfrente del campus, mientras a Jou se le había pasado la angustia del metro e iban contándose anécdotas y riéndose, al final llegaron a la puerta de la biblioteca que estaba llena de gente que fumaba con nerviosismo, pero no les hicieron caso y se adentraron en el recinto.
Por suerte encontraron asientos libres donde pudieron sacar las cosas y empezar a estudiar algo, pero no parecía muy provechoso, Mimi como la otra vez empezó a volver a distraerse y a mirar por la ventana como si fuera lo más interesante que se le presentaba en todo el día… definitivamente si quería estudiar a partir de ese momento tendría que hacerlo en otro sitio…
- ¡Mimi!- oyó que la llamaba Jou a su lado- ¿Estás aquí?
- ¿Eh?- preguntó ella confusa- sí, si… lo siento… es que no tengo ninguna gana de estudiar…
- ¿Es difícil lo que tienes que hacer?- preguntó él interesado- si es por el japonés yo te puedo ayudar a traducir…
- No, no es eso- dijo Mimi- creo que esta va a ser la última vez que vengo aquí… pero bueno no importa, vamos a estudiar un rato, que tengo que aprobar como sea…
Y volvió a meter la nariz en sus hojas intentando concentrarse, sí que tenía que aprobar ese examen como diera lugar, se acordó de aquel día que fue acompañada por todos a la biblioteca para estudiar y al final no hizo nada, cada vez que se acordaba se golpeaba mentalmente por haberse dejado llevar por aquellas influencias maléficas que eran sus nuevos amigos japoneses…
Porque después de haber estudiado menos de una hora en toda la mañana se había ido a la cafetería en principio para estar un rato y después volver a sumergirse en sus estudios, pero no fue así, la charla se prolongó hasta casi la hora de comer y solo les quedó recoger sus cosas de la mesa donde se habían quedado y marcharse a casa…
Tras aquel "provechoso día" se presentó a ese examen y suspendió de una manera tan traumática y humillante que lo ocultó a todo el mundo y trataba por todos los medios de que nadie le preguntara nada sobre él a menos que quisiera ser el centro de todas las risas de sus compañeros de clase…
Indignada por lo que había ocurrido tomó con más fuerza aquel nuevo examen y empezó a obligar a su cerebro a trabajar.
Finalmente, parecía que surtía efecto ya que empezaba a memorizar con facilidad el contenido de sus hojas sin que al instante se le olvidase todo ello e incluso parecía divertirse estudiando aquella materia. A ratos miraba a Jou que se encontraba enfrascado en un gran tomo de Medicina General totalmente abstraído del mundo, Mimi sonrió, la verdad es que era el mejor compañero de estudios que podía haber tenido en su vida después de las malas experiencias que había tenido con los demás.
Consultó su reloj y contempló para su agrado que había estado estudiando de manera continua casi una hora y media y se sentía satisfecha de sí misma, Jou entonces sacó su nariz de aquel manual voluminoso para mirarla por primera vez:
- ¡Vaya! Al final parece que has podido aprovechar un poco…
- Eso parece- dijo ella- está claro que cuando venga a la biblioteca no tengo que venir con ninguno de esta pandilla de locos…
- ¿Te refieres a Yamato, Taichi y demás?- preguntó Jou entre risas- la verdad es que no, nunca ha sido personas de estar quietos en un lugar estudiando…
- Dímelo a mí- dijo Mimi- vivo con Kari y Sora y los chicos se pasan la vida en mi casa… sé de sobra como son…
- Bueno… espero que sean menos molesto que cuando iban al instituto… a mí me traían amargado todo el tiempo…
Se rieron por la broma y siguieron estudiando un rato más hasta que la norteamericana comenzó a desconcentrarse otra vez y a cansarse, volvió a consultar el reloj para ver cómo avanzaba la mañana, quería levantarse y dar una vuelta, así que le preguntó a Jou:
- Estoy cansada, voy a dar una vuelta, ¿te vienes?
Él la miró por un segundo y asintió dejando las cosas sobre la mesa, tomaron los abrigos y salieron a la calle. Hacía menos frío que por la mañana, pero aún así tenían que abrigarse bien porque el viento era helador.
Caminaron por las calles cercanas al campus encontrándose con un montón de personas que iban y venían de un lado a otro de forma frenética como parecía que la vida se movía en la capital japonesa, pero ellos apenas lo notaron ya que iban charlando animadamente:
- ¿A qué hora vas a irte a casa hoy Mimi?- preguntó Jou.
- Supongo que antes de la hora de comer-contestó Mimi- nos han traído un lavavajillas nuevo y me muero por probarlo.
- Bueno… supongo que Tai vendrá a buscarte, ¿no?- preguntó Jou sin mirarla.
- ¿Eh?- preguntó Mimi extrañada- ¿Tai? ¿Por qué me tendría que venir a buscar?
- No sé, sería lo normal, ¿no?- dijo Jou y Mimi cada vez comprendía menos.
- ¿Es normal el qué?- preguntó.
- No sé, es lo que hacen los novios, ¿no?- dijo Jou mirándola como si fuera rara.
- ¡Espera un momento!- dijo Mimi parándose en medio de la calle- ¿Estás diciéndome que Tai tendría que venir a buscarme porque es mi novio?
- Sí, ¿no?- dijo Jou no muy seguro de qué decir.
- ¿Y de dónde has sacado que Tai y yo somos novios?- preguntó Mimi aunque de una manera casi mosqueante se empezaba a hacer una idea.
- Yamato me dijo que tú estabas saliendo con Tai y que llevabas con él desde casi cuando llegaste a Japón…- le explicó Jou- ¿es que no sois pareja?
Mimi entonces se echó a reír de una manera siniestra que no auguraba nada bueno, por su mente pasaban unas mil maneras de cómo asesinar al rubio por semejante estupidez que se había inventado. Cuando consiguió dejar de reírse, tomó aire y dijo:
- Mira… a Yamato ni una le creas… menudo capullo está hecho…
- ¿Entonces no estáis saliendo?- dijo Jou sonriendo.
- ¡Qué va! No tengo ni idea de dónde saca esas ideas- dijo Mimi haciéndose la tonta, ya que sabía de dónde venía aquella idea pero no pensaba decírselo- además tengo novio en Estados Unidos.
- Ay, qué tío… es algo incorregible- dijo Jou resoplando mientras se reía- es que me dijo que eras su novia y que siempre estabais juntos… y bueno… yo también lo creía, la verdad.
- ¿Por qué?- preguntó Mimi sonando tan amenazadora que Jou dudaba si decirlo o no.
- Bueno, cuando se fue la luz miré hacia la ventana y vi a un montón de gente allí agolpada, erais vosotros, no les reconocí a ninguno pero como Tai me sonó desde el primer momento me fije en él y os vi tan abrazaditos que pensé que erais pareja…
Mimi no respondió, solo se llevó las manos a la cara para tapársela avergonzada, si es que no tenía que haberle dejado que la abrazase, pero tenía tanto miedo que en ese momento fue lo mejor que le pudo pasar en todo el día.
- ¡Mujer, tranquila!- dijo Jou al ver lo mal que la joven se sentía- lo que pasa es que en Japón no estamos acostumbrados a ese tipo de confianzas en público, a lo mejor en Estados Unidos es diferente…
- ¿Qué no estáis acostumbrados?- dijo Mimi mirándole como si no se lo creyese- pues debe de vivir con la excepción de todos los japoneses del mundo…
- Pues la verdad es que sí- dijo Jou riéndose- sí, vives con los japoneses menos japoneses del mundo… deberías sentirte agradecida de haberte topado con tal rareza, ¿no?
Ella lo miró con cara de circunstancias, lo que provocó que él se riera con más ganas que antes, Mimi solo le recriminaba todo el tiempo que no era graciosa la situación que vivía.
De repente, Mimi miró hacia el otro lado de la calle y vio una floristería enfrente de ella preciosa, parecía más de arreglos florales pero también vendía plantas y flores. Sin pensárselo dos veces, fue hacia allí sin acordarse de Jou que se apresuró a seguirla confuso por el cambio de ruta de la chica.
Se acercó al escaparate y se quedó mirando aquellos hermosos arreglos con diferentes flores florecidas o aún como capullos de colores preciosos que daban un aspecto de nostalgia e introversión característico del invierno, los jarrones donde se hallaban las flores también eran preciosos y muy delicados dando un aspecto de armonía al escaparate.
- ¡Dios mío!- exclamó la chica sin despegar la cara del escaparate provocando que se empañase el cristal por su respiración- necesito entrar a verlo, siempre he querido ver arreglo floral japonés.
Miró a Jou con carita de súplica y él la indicó con el brazo que entrase y la siguió al interior del local.
La tienda en el interior aún era más bonita, con una explosión de colores y aromas imposibles de diferenciar pero que unidos daban una sensación de alegría y de hermosura. Todo el lugar estaba lleno de diferentes arreglos florales de forma lineal como eran característicos en Oriente. Mimi se paraba cada segundo a contemplarlas de cerca y a olerla la esencia de cada una, le encantaban las flores y todas las plantas, siempre en su casa en Estados Unidos tenía la casa llena de plantas y allí no iba a hacer ninguna excepción…
- ¿Puedo ayudarles?- una voz detrás de ella la sacó de sus ensoñaciones.
Se trataba de la encargada del local, era una mujer japonesa muy atractiva, llevaba su pelo moreno recogido como solían hacerlo las mujeres japonesas y llevaba un kimono color beis que le llegaba a los pies y con el que le movía de una forma grácil y ágil como si se tratara de una gacela, pero a pesar de no haberla visto nunca, a Mimi le resultaba muy familiar su rostro, le recordaba a alguien…
- Sí- dijo Mimi intentando disimular su descripción- me gustaría tener un arreglo floral típico japonés en mi casa… verá soy americana y me gustaría darle a mi casa un toque así más japonés…
La mujer sonrió de forma muy dulce y se acercó a ella para decirle:
- Bueno aquí tenemos mucha variedad, le voy a enseñar los que tengo a la venta y le aconsejaré cuál es el más apropiado para usted… acompáñeme, por favor.
- ¿Me esperas aquí Jou o vienes?- preguntó Mimi antes de seguirla.
- Te espero aquí- dijo él- pero no es necesario que te des prisa por mí.
Mimi asintió y siguió a la encargada hasta otra habitación donde tenía mucho más, ella le enseñó diferentes modelos más elaborados y también sencillos, de colores vivos o más fríos, pero ella le aconsejó que por la época que era, lo más típico fueran los colores fríos y más apagados porque reflejaban nostalgia.
Mimi entonces se decidió por un modelo sencillo de flores de colore azulado, con las que ya estaban en flor en el centro y a su alrededor se colocaban las que aún estaban floreciendo o en capullos, todo tenían una estructura lineal típica de Japón que era lo que ella buscaba.
Se reunió contenta con Jou, pero aún seguía dándole vueltas al motivo de por qué aquella mujer le resultaba tan familiar, se parecía mucho a alguien, pero no lograba identificarlo…
Pagó lo que le debía y justo antes de despedirse, la mujer le dijo:
- Puede venir cuando desee señorita, si desea comprar otro para primavera, yo estaré encantada de atenderla.
- Gracias, lo tendré en cuenta, señora…- dijo Mimi pero se dio cuenta de que no conocía el nombre de ella y se calló.
- Takenouchi- dijo la mujer ante la sorpresa de Mimi- Takenouchi Toshiko.
De la impresión ante aquella revelación casi se le cae de las manos su compra, ahora todo encajaba y no podía creérselo… ¿aquella mujer sería de verdad la madre de Sora?
Recordó entonces que Sora la única vez que la había nombrado le había dicho que no se hablaban y que además tenía una floristería… además el parecido entre madre e hija era muy evidente ahora que lo sabía, salvo en el color de pelo eran idénticas.
Mimi decidió salir para no sacar a la luz su descubrimiento, pero ahora no podía apartar de su mente aquel descubrimiento y una gran pregunta agolpaba su mente sin ser capaz de apartarla, ¿qué habría pasado entre Sora y su madre tan grave para que no se hablaran? Miró su compra y pensó en si Sora sería capaz de reconocer el modelo aquel que su madre había hecho… ¿Qué es lo que haría ahora que conocía a la madre de Sora?