Posted by : Unknown lunes, 2 de febrero de 2015



Capitulo 19: Welcome To The USA

Eran las 8 de la tarde en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, el cielo estaba completamente oscuro y la luna ya lo coronaba rodeada de estrellas.

Un gran avión acababa de aterrizar en el concurrido aeropuerto y una marea de personas salían de él dirigiéndose en busca de sus correspondientes maletas. Mimi se unió al resto de pasajeros mientras arrastraba los pies y bostezaba completamente adormecida.

El viaje había resultado agotador y el jet lag era insoportable, moría por llegar a su casa a dormir de una buena vez.

Mientras esperaba a que la cinta pasase, recordó con pesar que cuando había llegado al aeropuerto de Tokio para tomar aquel avión de vuelta a casa era por la mañana.

Se había levantado muy temprano, con un dolor de cabeza considerable y con una sensación horrible en el cuerpo, después de haberle dicho la verdad a Tai y que él se hubiese marchado dejándola atrás, ella se había marchado a casa y se había ido a la cama, pero no había podido dormir porque se había pasado todo el tiempo llorando sin ninguna compasión. Lloró hasta que al final se quedó totalmente dormida.

Ya tenía todo preparado de días antes y solo le quedaba prepararse ella y pedir un taxi para irse al aeropuerto, no esperaba que sus compañeras estuvieran levantadas ya que antes de quedarse dormida por fin, las oyó entrar por la puerta entre risas.

Desayunó todo el tiempo pendiente del reloj y miraba a la vez cómo había quedado la casa de la noche anterior. Sonrió ligeramente, la casa estaba bastante ordenada dentro de lo que podía estar tras una noche de fiesta por lo que aquello se lo tomó como un pequeño triunfo personal.

Cuando ya había terminado y recogido todo lo que había utilizado para desayunar, oyó de repente ruido en el pasillo. Se asomó y descubrió que de la habitación de Sora salían ella y Matt medio dormidos.

Mimi había oído la noche anterior la voz de Matt cuando las chicas llegaron, así que no le resultó nada extraño que estuviese allí y que hubiese pasado la noche con Sora.

El chico se sobaba las sienes con fuerza intentando menguar un dolor punzante que parecía no querer dejarle tranquilo, pero Sora en cambio parecía completamente despejada y caminaba con energía hasta donde se encontraba Mimi, a la cual dijo cuando se encontró a su altura:

- ¡Oye Mimi! Anoche Taichi y tú desaparecisteis y ya no os volvimos a ver… ¿Acaso os vinisteis antes de tiempo a casa?

- ¡No que va!- contestó Mimi intentando ignorar el tono pícaro que Sora había utilizado- yo quería irme a dormir y me vine con él hasta aquí, nada más.

Sora parecía no creérselo pero como no dio ningún indicio de ello, pasó a mirar al adolorido rubio:

- ¿Bebiste mucho Matt?

- Un poco sí…- contestó él mientras se sentaba en el sofá.

- ¿Y por qué no te has quedado más tiempo durmiendo?- preguntó Mimi- total, no tienes nada que hacer hoy.

- Pero es que tú te vas en media hora- contestó Matt- y tenemos que estar listos para que no pierdas el vuelo…

- ¿Vais a venir conmigo?- preguntó ella impresionada.

- Te llevamos hasta allí con el coche y ya nos despedimos de ti- le dijo Sora y añadió enseguida- ¿Creías que seríamos tan cabrones como para dejar que te fueses tú sola y encima ni nos despidiéramos de ti?

Mimi no la contestó, en lugar de ello abrazó con todo el cariño posible a su querida compañera llena de agradecimiento. Creía que la chica la apartaría, pero no lo hizo, le correspondió torpemente dando las dos una imagen enternecedora:

- ¿Y a mí nadie me abraza?- preguntó Matt de repente desde el sillón.

- A ti no- contestó Sora riéndose.

Mimi, en cambio, se acercó a él y también le abrazó con afecto. No había tenido el valor de decírselo a ellos y menos en ese momento, no sabía muy bien como se lo tomarían, pero seguramente muy bien no se lo tomarían…

En ese momento, apareció Kari por la puerta sin que nadie se hubiese percatado de ella, ya estaba vestida y arreglada y no parecía muy destrozada. Fue rápidamente a la cocina y apareció al momento con un trozo del pastel de Navidad de la noche anterior en la mano, mientras se lo comía lentamente preguntó:

- ¿Ya os vais a marchar?

- En media hora- contestó Sora consultando el reloj de la pared.

- Mimi, siento no poder ir contigo hasta el aeropuerto, pero mis padres han llamado a Tai y le han dicho que ya han llegado y que vamos a ir a comer a algún restaurante caro de esos a los que solemos ir cuando vienen.

- No te preocupes- dijo Mimi sonriendo- en menos de lo que esperas estaré de vuelta, así que ni te dará tiempo a echarme de menos.

Se abrazaron con el cariño que solían profesarse la una a la otra desde que se conocían. Mimi sintió otra vez ganas de llorar, no podría soportar que aquella encantadora persona la odiase, había llegado a quererla como a una hermana pequeña que nunca tuvo. Pero de repente, oyó que Kari le susurraba discretamente:

- Todo estará bien, no te preocupes.

Tras decirle aquello, se separaron y fue a despedirse de los demás de la casa. Pero Mimi se quedó parada donde estaba sin saber muy bien qué había querido decir Kari con aquellas palabras.

En cuanto Kari salió por la puerta, Sora preguntó:

- ¿Ya estas lista?

Mimi asintió y se fue en busca de su maleta. Cuando apareció en el salón ya arrastrándola junto con lo que llevaba de equipaje de mano, vio que Matt estaba tomando una pastilla que intuía que le había dado Sora para que se le pasase el dolor de cabeza fruto de la resaca. Al momento, el chico se levantó a duras penas del sofá dispuesto a salir del lugar, pero Sora le paró diciéndole:

- No deberías ir así, con el dolor de cabeza solo vas a ir molesto y conducirás peor.

- Sora tiene razón- contestó Mimi corroborando a su compañera- podemos esperar a que se te pase, aún tenemos tiempo.

Él parecía encantado de quedarse más tiempo tirado en el sofá y volvió a sentarse con pesadez en él cerrando los ojos y sin hablar, algo muy extraño en él, mientras que Sora y Mimi daban vueltas por la casa en busca de cosas que podría haber olvidado la norteamericana.

Una vez que vieron que no quedaba nada más por recoger y el rubio ya empezaba a levantarse para irse, cogieron las llaves junto con el equipaje de Mimi y se marcharon de la casa asegurándose de haber cerrado bien la puerta antes de tomar el ascensor.

Matt había dejado su coche aparcado desde que había salido con Sora el día anterior bastante cerca de la casa de ellas y no tardaron mucho en encontrarlo. Matt se quejaba preocupado por si la fiesta de la noche anterior podría haber hecho estragos en su querido coche por la cantidad de gente que se volvía loca en esas fechas. Pero su alivio, su coche estaba en el mismo estado en el cual lo dejó y corrió hacia él para abrir el maletero.

Mimi le pasó su maleta y él la colocó de la manera que le pareció más correcta, después lo cerró y abrió el coche para que pudiesen entrar. Sora tomó asiento en el asiento de copiloto junto a él y Mimi detrás con su bolsa de viaje, al momento, el rubio se sentó en el lado del conductor y arrancó el coche para empezar a moverse hacia la carretera principal.

Por el camino, ellos le iban contando lo que habían hecho cuando se perdieron de vista:

- Nosotros nos quedamos en la discoteca y de repente ya no estabais ninguno, fuimos a la barra del bar a ver si os veíamos, pero allí tampoco estabais ninguno así que nos quedamos bebiendo hasta que apareció Kari diciendo que Takeru se había quedado con sus amigos y ella nos estaba buscando- le contaba Sora rememorando- os buscamos a Taichi y a ti y al ver que no aparecíais, nos fuimos a casa.

- Intuimos que os habríais ido a casa por más intimidad- añadió Matt riéndose.

- En realidad no…- dijo ella entristecida ante el recuerdo de la noche anterior.

- ¿Qué pasó?- preguntó Sora de repente volteando la cabeza para encontrarse con la mirada de su compañera- ¿Discutisteis?

Entonces, ante aquel atisbo de preocupación por parte de Sora, Mimi no pudo más y le contó todo lo que ocurrió desde que él le declaró sus sentimientos hasta la elección por su novio de toda la vida.

- Vaya…- oyó que Matt decía sin poder despegar la vista de la carretera- ahora entiendo porque no estaba contigo en vuestra casa…

- ¿Estás bien?- preguntó Sora.

- No…- contestó ella sintiéndose aún más miserable- me siento de lo peor.

Sora la miraba, pero no parecía dura ni molesta, pudo ver en sus ojos que la comprendía perfectamente. Entonces recordó que ella también había tenido que pasar por aquello de tener que rechazar a un chico por otro y se sintió aliviada de que ella al menos no se mostrase tan dura con ella.

- Bueno- dijo Matt- se le pasará, ya le llamaré esta noche y ya verás como cuando vuelvas será el de siempre.

- No lo creo- dijo ella no muy segura.

Nadie dijo nada, Matt tampoco parecía muy seguro de lo que decía, pero al menos trataba de animarla. Él también había tenido que pasar por algo parecido cuando Sora tuvo que elegir entre él y Tai y no se consideraba alguien para recriminárselo a ella.

Por fin llegaron a las dependencias del aeropuerto para su alivio, porque tras aquella conversación el ambiente se había vuelto incómodo y ninguno era capaz de decir nada para cambiar de tema.

Matt buscó el aparcamiento y una vez encontró para aparcar, salieron los tres del coche y tomaron las maletas dirigiéndose al área de salidas de la terminal de la que el avión a Nueva York despegaría. Mimi consultó su reloj y vio que podía empezar a facturar su equipaje y eso fue lo que hizo.

Matt y Sora la esperaron sentados mientras ella realizaba todas las operaciones para que le dieran los billetes, no tardó nada en poner en orden todo y agradeció en su fuero interno a Izzy por habérselos comprado él, si lo hubiera hecho ella seguro que todo estaría mal.

Una vez se cercioró de que todo estaba correcto y las maletas se perdieron a través de la cinta transportadora, se reunió con sus amigos:

- ¿Ya vas a entrar?- preguntó Sora mirando el enorme reloj de la terminal.

- Sí, creo que ya es hora porque no sé adónde tengo que dirigirme- contestó ella.

- Bueno, pues en unos pocos días nos volveremos a ver- dijo Matt dándole un afectuoso abrazo.

- Sí, es cierto- respondió ella correspondiéndolo- muchas gracias por traerme, de verdad.

- No hay de qué, mujer- dijo Matt sonriente- ¡Ten buen viaje y ya hablaremos!

Sora no dijo nada inmediatamente, Mimi la abrazó una vez más en el día y ésta le correspondió como siempre, de forma torpe y bastante tierna para lo que suele ser ella normalmente:

- ¡Cuéntame todo lo que hagas allí y no tardes mucho en volver!

- ¡Descuida!- contestó ella súbitamente enternecida con Sora- Antes de que te lo esperes ya estaré aquí contigo.

Entonces ya se separó de ellos y se unió a la gente que se dirigía al control de pasaportes mientras se despedía de ellos con la mano.

Volviendo al tiempo presente, Mimi se sintió contenta con este último recuerdo, se alegraba que al menos a pesar de haber perdido cualquier tipo de relación con Taichi, aún el resto estaba bien con ella y no le recriminaban nada lo que había pasado.

De pronto vio su maleta aparecer en la cinta y se alegró de poder irse, aquel viaje había sido agotador y a pesar de haber dormido durante un rato del viaje y haber tomado una cena más o menos decente, estaba deseando irse a casa descansar de una vez.

Tomó su maleta en cuanto pasó por el lado donde ella se encontraba y se marchó en dirección a la salida donde se encontró de sopetón con un montón de personas agolpadas en la salida esperando a sus seres queridos u otras personas que llegaban con ella en ese momento.

No tardó en divisar a sus padres, su madre en cuanto la vio se lanzó hacia ella para abrazarla con fuerza maternal estrujándola contra ella, mientras la joven trataba sin éxito de zafarse de su agarre. Su padre trataba también de poder saludarla en vano y le decía de vez en cuando a su mujer:

- ¡Satoe, cariño! Déjame poder saludar a mi hijita a mí también.

- Es que te he echado tanto de menos, Mimi cariño- decía la mujer sin escuchar a su marido.

- Yo también mamá- dijo Mimi entre agobiada y enternecida por el cariño de su madre.

Al fin, su madre se separó de ella y pudo saludar a su padre también, pero él con menos efusividad, le acarició la cabeza y preguntó:

- ¿Cómo estás?

- Cansada- contestó ella medio bostezando.

- Bueno, pues ahora nos vamos a casa a descansar- dijo su padre- debes de estar hecha polvo con todo lo del cambio de hora y demás.

Y salieron de la terminal en dirección al aparcamiento donde su padre había estacionado su vehículo, Mimi caminaba aún asombrada de que hacía unas horas había estado en medio de Japón con sus amigos festejando la Navidad y ahora se encontrarse al otro lado del mundo con sus padres, era algo que aún la sorprendía bastante.

Su padre metió su maleta en el coche y ella y su madre se subieron al coche. Al rato, su padre las siguió y salieron del aparcamiento en dirección a su hogar. Por el camino, sus padres le preguntaban cosas sobre aquellos cuatro primeros meses en Japón, pero ella respondía con monosílabos porque empezaba a adormecerse lentamente:

- ¿Llamaste a Michael al final?- preguntó su madre de repente, sacándola de su ensueño- le dijimos que viniese con nosotros a buscarte, pero dijo que tenía que quedarse con su familia.

- No, al final no pude llamarlo- dijo Mimi aunque en realidad ni siquiera lo había intentado- le llamo ahora para hablar con él.

Sacó el móvil del bolso y buscó su número en el listín de llamadas, cuando lo encontró pulsó el botón de llamada en espera de respuesta, pero el teléfono estaba ocupado y no había forma de hablar con él.

Extrañada, probó varias veces mientras duró el viaje hacia su casa, pero seguía comunicando y ocupado, así que se dio por vencida y volvió a meter el móvil en su bolso, dispuesta a intentarlo más adelante una vez más.

Por fin divisó a lo lejos su casita en las afueras de Nueva York, en aquella zona residencial donde había vivido tantas cosas y donde había estado desde que tenía memoria, sintiendo que todos los recuerdos de su vida se agolpaban en su mente a la vez y no era capaz de distinguir unos de otros, pero todos tenían algo en común y era que siempre había sido feliz en aquel lugar.

Su padre aparcó en el pequeño garaje que tenía la casa y salieron de allí para internarse en la residencia. En cuanto su madre abrió la puerta y estuvo frente al recibidor de su casa sonrió de forma inconsciente, acaba de darse cuenta de lo mucho que había extrañado aquel lugar.

- Mimi- la llamó su madre de repente sacándola de sus pensamientos- ¿Quieres cenar algo o ya comiste en el avión?

- Sí, ya comí- contestó ella- ahora lo único que quiero es irme a dormir.

- Sí, es lo mejor que deberías hacer- dijo su madre- deja las cosas y ve a dormir, ya preparamos todo tu dormitorio y mañana ya nos dedicaremos a ordenar la habitación.

Mimi asintió y subió a su habitación. En cuanto la vio, a pesar de que su cama estaba preparada para irse a dormir, la encontró vacía y los muebles que allí tenía sin ninguna vida, se notaba que en esos cuatro meses nadie había vivido en aquella habitación…

Bostezó ligeramente, volvía a sentir aquel molesto sopor que hacía que sintiese que se podía dormir en cualquier momento, incluso de pie. Así que decidió ser rápida y se cambió de ropa para irse a dormir dejando sobre su tocador la ropa que había llevado puesta durante el día.

Así al poco rato, ya estaba echada sobre la cama y antes de echarse las mantas para alejar el frío del lugar que llevaba tanto tiempo sin utilizar, apagó la luz y quedó a oscuras para por fin dormir cómodamente en su cama.

Durmió durante casi doce horas sin despertarse ni una sola vez, pero tan profundamente que cuando al fin despertó no se acordaba que estaba en Nueva York. Cuando abrió un ojo al principio creyó que aún estaba en Tokio y que en cualquier momento oiría a Sora y a Kari gritando o corriendo por el pasillo.

Pero en lugar de sus voces oyó la inconfundible voz de su madre llamándola que la hizo al fin ubicarse en donde se encontraba realmente. Se incorporó ligeramente sobre el colchón frotándose los ojos para intentar despejarse, se sentía completamente espabilada y reconfortada de aquel viaje mezclado con aquella cena de Nochebuena tan agitada.

Bajó a desayunar junto con sus padres que ya se encontraban allí y cuando la vieron aparecer por la puerta ambos sonrieron contentos y le ofrecieron muchas cosas para desayunar. Ella complacida se sentó con ellos y mientras desayunaban, les contó cómo le había ido en Japón, les habló de las clases, de sus compañeras, de sus amigos allí, de lo bien que se lo había pasado… tan emocionada se expresaba que su padre sonrió muy contento:

- Sí que lo pasaste bien, Mimi. La verdad es que nos alegramos muchísimo porque estábamos preocupados porque casi no teníamos noticias de ti…

Mimi se sintió culpable, al principio siempre solía hablar con ellos y contarles cómo le iba cada día que hablaban, pero después dejó de hablar con ellos y apenas estaba disponible para ellos… y no tenía ninguna excusa que poderles contar, sus movidas con Tai la habían absorbido de tal manera que había sido casi incapaz de mantenerse en el mundo real.

- Si bueno… es que luego ya tenía muchas cosas que hacer y costaba muy caro y…- trató de explicarse la chica sin encontrar una mejor excusa.

- No pasa nada- dijo su padre sonriente- con que a partir de ahora nos llames una vez al mes nos bastará.

Se alegró de que su padre cortase sus estúpidas excusas y no siguieran hablando sobre el tema. Ayudó a su madre a recoger la mesa y decidió ir hacia su jardín a dar una vuelta ella sola.

Hacía mucho frío por la calle, por lo que se abrigó más y caminó lentamente por el césped cubierto por algo de nieve, no se había dado cuenta el día anterior pero las calles estaban ligeramente cubiertas por un fino manto de nieve. Recordó entonces unos días antes cuando aún estaba en Tokio que había oído que también en la costa este de Estados Unidos había nevado varios días y le preocupaba que no pudiera volar el día que ella deseaba.

De pronto, se encontró en el patio trasero de su casa, sonrió al descubrir un par de columpios que su padre había hecho instalar cuando ella era pequeña, corrió hacia ellos para sentarse sin dejar de reírse.

Se sentó en uno de ellos sin mirar antes si estuviera seco o no y comenzó a columpiarse como una niña pequeña, aquel columpio le traía muy buenos recuerdos que cada vez que los devolvía a su mente la hacían sonreír como una niña. En aquel lugar hacía dos años, Michael le había dicho que la quería.

Lo recordaba como si hubiese sido hacía un par de horas. Era el verano del 2007 y recientemente se habían graduado en el instituto para empezar su nueva vida universitaria. Michael por aquel entonces era su mejor amigo desde que habían empezado el bachillerato y siempre solía pasar mucho tiempo en casa de ella. Mimi sentía mucho que después de tantos años en el instituto fueran a tomar rumbos distintos y ya no pudieran estar juntos todo el grupo como antes y estaba bastante entristecida.

Michael notó el estado de ánimo de su amiga y le dijo:

- Mimi, el hecho de que vayamos a estudiar distintas carreras no quiere decir que no nos veamos más.

- Siempre sabes que me ocurre en cualquier momento, Mike- contestó ella sonriente- no sé cómo lo haces.

- Llevo mucho tiempo contigo- dijo él- además eres como un libro abierto, eres incapaz de ocultar tus sentimientos por mucho que lo intentes.

- Lo sé…- dijo ella- pero sí que me preocupa el hecho de que ahora todos nos separemos, al final solo nos quedaremos en Nueva York muy pocos y casi nunca nos veremos y no solo eso, sino que también me preocupa empezar y no conocer a nadie, que no me vaya bien en los estudios, no verte casi nunca…

No pudo terminar de hablar, de repente sus labios fueron invadidos por la boca de su amigo rubio que la estaba besando de la forma más dulce que pudiera haber imaginado jamás, ella al principio puso los ojos como platos ante lo repentino que fue aquel beso, pero empezó a sentir mariposas en el estómago ante ello y decidió dejarse llevar cerrando sus ojos y entregándose a aquel beso tan maravilloso. Cuando se separaron, Michael alcanzó a decir:

- ¡Te quiero Mimi! No puedo seguir actuando como un simple amigo porque te estaría mintiendo, lo que siento por ti es mucho más que una amistad y aunque tú no sientas lo mismo por mí, yo siempre estaré junto a ti…

Mimi se quedó totalmente paralizada por aquella declaración, le miró a sus preciosos ojos azules en busca de aquellos sentimientos que decía tener hacia ella, entonces supo la verdad. Aquellos escalofríos que sentía cuando él estaba cerca, aquellos celos estúpidos que sentía cuando él hablaba con otras amigas y aquellas inmensas ganas de besarle y sentirse arropada por sus brazos solo significaban una cosa, ella sentía lo mismo por él.

Ella tomó su rostro entre sus manos para no poder apartar sus ojos de los él, que ahora la miraban con curiosidad, y dijo:

- Mike, yo también te quiero, no podría vivir sin estar contigo.

Y después de decírselo, volvió a sentir sus labios sobre los suyos transformándose lentamente en un beso cada vez más apasionado.

Mimi sonrió ante aquellos primeros besos con Michael, después de ello empezaron a salir como novios y sentía que no podría mirar a otro chico como miraba a su querido y maravilloso novio, él siempre había sido tan atento y tan comprensivo con ella, siempre le había permitido su espacio y podía salir con sus amigas sin miedo a que él se molestase. Sabía que aunque sus sentimientos hacia Tai no podían desaparecer de la noche a la mañana, podría finalmente ser feliz con la elección que había tomado, porque aquella decisión había sido la correcta.

Ella sabía que tenía que hablar con él sobre lo que había ocurrido aquellos últimos meses y también era consciente de que había una posibilidad de que él también se enfadara y tampoco quisiera volver a saber nada de ella, pero ya había mentido demasiado y quería por fin sentirse en paz consigo misma…

- ¡Mimi!- oyó la voz de su padre que la llamaba desde el interior de su casa- acaban de venir Michael y Stacey para verte.

Corrió hacia el interior de la casa para encontrarse con ellos, pero antes de pasar al salón, sus padres le dijeron que se iban con el coche a hacer compra y que podían quedarse allí toda la mañana si querían. Mimi se despidió de sus padres y siguió hacia el salón ahora sola.

Iba a entrar por la puerta y dar un grito de emoción en cuanto los viera, si no fuera porque empezó a oírles murmurar entre ellos:

- ¿Cuándo vamos a decírselo?- era la voz de su amiga Stacey que sonaba bastante impaciente.

- No lo sé, Stacey- oyó ahora la voz de Michael- acaba de llegar, no creo que sea bueno para ella que se lo digamos ahora…

- ¡Estoy harta de mentir, Mike!- Stacey había alzado más la voz, pero de repente volvió a rebajar el nivel de la misma- parece como si estuviésemos haciendo algo malo…

Mimi empezó a temerse lo peor, pero decidió quedarse escuchando deseando en su fuero interno que lo que estaba escuchando no fuera más que un malentendido, pero la cosa siguió su curso normal:

- Lo sé…- Michael era ahora el que hablaba- pero no quiero hacerla daño, aunque sospechemos que ella haya conocido a otra persona allí en Tokio, no estamos del todo seguros y no quiero que ella piense que no nos importa…

- No, Michael ¡ya!- Stacey estaba bastante enfadada- ¡Yo te quiero! Y tú a mí, no tiene nada de malo y si no se lo decimos aún, la haremos mucho más daño…

No pudo escuchar nada más, así que abrió la puerta de golpe y se encontró con la peor sorpresa que podría haber visto en su vida. Allí en frente de ella, se encontraban su novio y su mejor amiga besándose con todo el cariño que en su vida podría haberse imaginado. Se sintió profundamente herida e histérica, sintió unas ganas tremendas de romper cosas y ponerse a gritar como una loca, pero simplemente dijo de forma muy fría:

- ¿Qué se supone qué está pasando aquí?

Los aludidos rompieron el beso de sopetón y se dieron la vuelta con terror al encontrarse con ella parada en medio de la puerta. Michael estaba nervioso y trató en vano de explicarse:

- Mimi… ¡Lo siento! No…

- ¿Qué excusa barata me vas a dar ahora?- dijo Mimi elevando el tono de voz intentando que sus lágrimas no empezasen a brotar de sus ojos- ¿Qué es lo que me tenéis que explicar que no haya visto ahora mismo?

- ¡Lo siento, Mimi!- ahora era Stacey la que había dado un paso al frente para encarar a su amiga- Mike y yo nos queremos, no lo podemos evitar y buscábamos la mejor manera de decírtelo.

- ¡No te quiero oír!- gritó entonces Mimi ya sin importarle llorar- ¡No quiero volver a saber nada de ninguno de vosotros! Por mí que os vaya genial y que seáis muy felices juntos, pero para mí no sois nadie.

- Mimi, por favor…- trató de decir el chico que no quería que ella se pusiese así.

- ¡No trates de arreglar nada!- le gritó ella- ¡Fuera de mi casa! ¡No quiero que volváis a venir por aquí nunca más!

Después de eso, Michael y Stacey no tuvieron más remedio que marcharse y la dejaron sola en el salón. Mimi ahora no lloraba, se había quedado en un estado de shock del que no era capaz de salir. Acababa de perder a los dos hombres que más había querido en su vida y todo había sido culpa suya.

En ese momento, deseó encontrarse en Tokio junto con Sora y Kari, necesitaba el apoyo de esas dos chicas a las que extrañaba más de lo que hubiese creído que pudiera necesitarlas y por supuesto, supo en ese momento que necesitaba a Tai por encima de todas las personas.

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