Posted by : Unknown viernes, 6 de febrero de 2015






Capitulo 36: Ilegal

Taichi miraba con el ceño fruncido un tablón de su facultad. A su lado estaban varios compañeros suyos con la misma cara de expectación ynerviosismo. Cuando finalmente vieron que las notas de uno de sus primeros exámenes ya se encontraban colgadas allí, se abalanzaron. Él se encontraba delante del todo con uno de sus amigos y pudieron acercarse los primeros para buscar sus notas. Encontró primero a su amigo y vio con desagrado que este no había superado el examen y se empezó a agobiar. Necesitaba aprobar, si no…

Por fin se encontró en la lista y con todos los nervios a flor de piel miró su nota lentamente y cuando la vio abrió, los ojos por la sorpresa… ¡Había aprobado! Además la nota era superior a lo que él había imaginado. Revisó un par de veces, totalmente convencido de que se había equivocado y todas las veces le daba el mismo resultado.

Se levantó y se alejaron de la aglomeración. Su compañero estaba bastante desilusionado con su nota y él no se atrevía a alegrarse delante de él. Se moría por llamar a su hermana y contárselo, estaba a nada de poder cumplir su sueño, de irse a Estados Unidos.

Me alegro mucho que tú aprobases, Taichi— le dijo su compañero realmente alegre—. Yo espero aprobarla en la siguiente convocatoria…

¡Claro!— le dijo él intentando animarle—. Además que el derecho internacional es un hueso.

¿Nunca has pensado dedicarte a ello?— le preguntó este—. Has sacado una nota impresionante, creo que eres la nota más alta del curso.

Taichi se quedó pensativo. Nunca se había planteado algo así, ni siquiera se había planteado hacer nada con respecto a esa carrera. Siempre había querido jugar al futbol, pero claro… ¿y si no le llegaba la oportunidad? Recordó sus notas, las relaciones internacionales le resultaban interesantes y si podía irse a Nueva York podría tener más posibilidades…

Sentía que la cabeza le daba vueltas con tantos proyectos y no sabía qué pensar. Lo que su amigo le había propuesto no le parecía tan descabellado y si al final tampoco se podía marchar a Estados Unidos podía profundizar en ello. También estaba Mimi. Todo esto había empezado porque quería estar con ella y no sabía qué sería de ellos si no les diese la beca. No había vuelto a hablar con ella después de haberle expuesto sus miedos. La verdad es que le preocupaba que no le diesen la beca y lo que sería de ellos. No quería haber sido tan duro con ella, pero también sabía que ella tenía que tener presente esa posibilidad y bajarla de esa nube en la que estaba completamente
segura de que estarían juntos para siempre.

Estaba enfadada con él, pero era lo que había. Mejor que estuviera preparada para cualquier imprevisto doloroso antes de que fuera más fuerte y dolorosa la caída. De pronto, oyó la inconfundible melodía de su teléfono móvil sonando con fuerza en el bolsillo de su pantalón. Lo cogió y vio que se trataba de su padre. Descolgó y contestó:

—¿Qué ocurre?

—¿Qué tal el examen, Taichi?
— oyó a su padre decir al otro lado de la línea.

—Aprobé el derecho internacional con un ocho— le contestó él contento—, dice mi compañero que soy el que mejor nota ha sacado.

¡Enhorabuena hijo!— dijo su padre audiblemente emocionado—. Entonces la noticia que te voy a dar ahora te emocionará aún más. Acabo de recibir una carta desde Estados Unidos.

¿Sí? ¿Y bien?— preguntó Taichi sintiendo que se le salía el corazón por la boca de la emoción.

Han visto el vídeo y las referencias de tus entrenadores y de los ojeadores. ¡Están interesados en darte la beca deportiva! Sólo es necesario que apruebes todo y la tendrás.

No me lo puedo creer…— susurró el chico bloqueado, sin ser capaz de decir nada más inteligente. Era como un sueño.

¡Créelo!— le dijo su padre—. Llama a Mimi ahora y cuéntaselo. Seguro que le hace ilusión.
Se despidió de su padre y se quedó pensativo.
 

¿Debería llamar a su novia después de todo lo que le había dicho? Ella se había enfadado y no le había llamado desde entonces. Él tampoco lo había hecho, había necesitado tiempo para poner en orden sus ideas y prioridades además de tiempo para estudiar tranquilamente. Quizá debería ir a verla y darle la noticia. A ver cómo le recibiría…

Sora y Hikari se sentía desesperadas. Nunca pensaron que esa idea extravagante y absurda que había tenido su compañera de piso fuera a tomar forma hasta el punto de hacerse real. Pero ahí la tenían. Después de haber discutido con Taichi por algo que no les dijo, llegó a casa muy enfadada y decía tonterías como que no pensaba irse de Japón sin Taichi o que le daba igual si se convertían en inmigrante ilegal porque si su novio no se iba con ella, no volvía a su casa.

No le prestaron ninguna atención, pensando en las tonterías que decía a menudo y que nunca cumplía. Pero días después, apareció por casa con una sonrisa que no auguraba nada bueno. Se sentó en el sofá como si hubiera hecho algo de lo que se sintiese orgullosa y dijo:

He roto mi visado de estudiante y lo he tirado a la basura. Igual que con el pasaporte.

Ambas se quedaron mirándose confusas y cuando entendieron lo que eso significaba se alarmaron. No podían creer lo que había dicho:

¡Pero estás loca! ¿Qué pretendes con eso?— dijo Hikari asustada.

Ya os lo dije— contestó la americana—. Me voy a quedar aquí con Tai. Si él no se viene conmigo, me quedaré con él.

¡Muy bien!— contestó Sora muy seria—. Ahora dime… ¿dónde vas a vivir cuando tu contrato expire a mediados de junio? ¿Cómo vas a ganarte la vida? ¿Qué vas a estudiar cuando se acabe tu beca y no tengas más plaza aquí? Si quieres ser una de las protagonistas de esas películas de amor cutres y baratas que tanto te gustan, me parece genial. Pero lo haces en tu país.

¡Qué estupideces dices!— dijo Mimi muy convencida—. Voy a encontrar trabajo y seguiré pagando el piso para vivir aquí. No hace falta preocuparse por los estudios. Ya los podré retomar en otra ocasión. Ahora lo único que importa es que Tai y yo estemos juntos.

Se quedaron sus dos compañeras calladas, intentando asimilar las miles de chorradas que decía Mimi, para finalmente echarse a reír a carcajadas ante la mirada confusa de la susodicha. Ambas se tomaban de los hombros para intentar sostenerse ante tal ataque de risotadas que hacían que se doblasen por la mitad. Después de poder controlar un poco la risa, Sora se enjugó unas lágrimas que habían aparecido por sus ojos por el esfuerzo de reírse y dijo:

¿De verdad crees que así por las buenas tendrás un trabajo que sufrague todos tus caprichos tras el nivel de paro que hay en este país por la crisis económica?— al ver que su compañera lo decía en serio, simplemente se dejó caer en el sofá mientras se llevaba las manos en la cabeza y decía—. ¡Ay Dios mío qué hemos hechos mal!

No sé qué ves mal— dijo Mimi confusa—. Mucha gente lo hace, seguro que encontraré trabajo de cualquier cosa y podré estar aquí todo el tiempo.

¡Pero no puede ser!— dijo Hikari tratando de hacerla entrar en razón—. ¿Qué pasa con tus padres? ¿y qué pensará mi hermano cuando se entere de que lo vas a dejar todo por una estupidez en la que involucras a él?

Seguro que lo entenderá cuando se lo explique— dijo Mimi simplemente.

¿Si no encuentras trabajo qué pasará?— preguntó Sora—. En cuanto dejes de pagar el alquiler, nosotras no vamos a cubrírtelo. Te tendrás que ir.

¡Bueno me da igual!— gritó Mimi de pronto molesta de tantas pegas—. Ya pensaré lo que haré cuando llegue el momento. ¡Dejadme en paz!

Tras decir eso, se levantó y se marchó de la casa dando un portazo cuando salió. Pero en su brusca salida, se cayó de su bolsillo algo en el sofá. Hikari se agachó ligeramente para tomarlo entre sus manos y, tras darle una rápida mirada, dijo:

Ha cumplido con lo que ha dicho. ¡Mira!

Le tendió el pasaporte expedido en Estados Unidos cortado por la mitad con unas tijeras, la foto de la chica y su nombre en uno de los lados hizo ver que era ella realmente. Lo había hecho. Había roto su pasaporte.

Tengo que llamar a mi hermano— dijo Hikari tomando su teléfono rápidamente.

— asintió Sora dando un largo suspiro—, sólo él puede convencerla de que no haga más tonterías— de pronto se oyó un largo timbrazo en su casa y añadió—. Lo siento, Hikari. Viene a buscarme Natsuko para irnos a ver a Yamato al concierto. Llámame si ocurre algo.

Hikari asintió. Sora cogió sus cosas y se marchó mientras ella buscaba en el teléfono el número de su hermano. Tras marcarlo, se lo colocó en el oído y al oír a Taichi no tardó en decir:

¿Ni-san? Necesito que vengas por casa. Ha ocurrido algo realmente malo.

Mientras, Sora ya había llegado al portal. Takaishi Natsuko la esperaba en la puerta y cuando la vio salir, sonrió y dijo:

¡Buenas tardes, Sora!

Buenas tardes, señora Natsuko— contestó Sora sonriendo.

Tengo el coche ahí enfrente aparcado— dijo Natsuko señalando un coche negro.

Entonces vámonos— sentenció Sora animándola a marcharse.

Entraron en el coche y cuando ya estaban dentro preparadas, la mujer arrancó y salieron del lugar donde habían aparcado. Por el camino, no decían nada. Sora no sabía cómo comenzar una conversación que no la llevase a hablar de Yamato por si le hacía daño y tampoco quería hablar del tiempo. No se sentía con las suficientes confianzas para hablar de sus cosas con su suegra. Sin embargo, no tuvo que hacer nada, ya que la mujer le dijo:

Me dijo Takeru que Yamato y tú llevabais saliendo poco tiempo, pero que erais novios en el instituto.

Sí, así es— dijo Sora sin mirara—. Nos volvimos a encontrar cuando empezamos la universidad porque aún me llevaba bien con la hermana de nuestro amigo Taichi.

Sí, ya lo sé… Hikari— dijo Natsuko dando un suspiro—. Hikari, la novia del mejor amigo de mi hijo.

Sora no supo qué decir. Era un poco incómodo hablar de los amores de su hijo pequeño y más cuando se trataba de su compañera de piso. Así que decidió cambiar de tema enseguida:

¿Sabe que su hijo Yamato aparte de tocar la guitarra, canta?

Sí, ya lo sé— contestó Natsuko—. Cuando era pequeño, siempre estaba cantando y siempre supe que valía para ello. También su padre y yo solíamos animarle a que sacara provecho de sus cualidades musicales… Seguro que ahora es mucho mejor que cuando era más pequeño.

Se lo aseguro— contestó Sora compartiendo una sonrisa cómplice con la madre de su novio.

Por fin llegaron al recinto donde se daría el concierto de Yamato y su grupo. Natsuko aparcó en un lugar milagrosamente cerca y se aproximaron al lugar donde vieron que empezaba a aparecer gente. Parecía que el grupo se había vuelto bastante popular y mucha más gente se animaba a ir a sus conciertos.

Por suerte, ellas no tuvieron que esperar cola al tener una mesa al lado del escenario reservada desde hacía varios días. Era lo que tenía tratarse de la novia de uno de los músicos. Ambas entraron y rápidamente se acomodaron en la mesa que les ofrecían los camareros. Sora miró a su alrededor. Era un lugar mucho más tranquilo y grande, donde la gente se encontraba sentada y escuchaba a las bandas mientras cenaban. Sora sabía que ese tipo de lugares les gustarían más a Natsuko, libre de exceso de ruidos y empujones.

Lo pudo notar rápidamente cuando la vio mirar a ambos lados de su cabeza y ver que a su alrededor había más mesas y la gente se iba sentando tranquilamente sin avasallar ni empujar. Se lo hizo saber a Sora enseguida:

La verdad es que me alegro que el sitio sea así, sólo de imaginar verme envuelta entre un montón de brazos y cabezas sin saber ni donde estoy, me marea.

Lo sé— contestó Sora sonriente—. Por eso pensé que mejor vendríamos en esta fecha por este local. Es mucho más confortable.

Natsuko sonrió y en el momento en que llegaron los camareros ambas pidieron y esperaron a que empezara el concierto. La gente a su alrededor empezaba a ocupar sus lugares en todas las mesas y pronto se fue llenando el lugar. De pronto, se encendieron las luces del escenario que estaba enfrente de ellas y se oyeron gritos y silbidos detrás. Vieron al grupo acercarse a sus instrumentos al son de los gritos alentadores del público.

Sora pudo vislumbrar en primer lugar a Akira, Yutaka y Takashi, sus compañeros, acercarse a sus instrumentos y comenzando a tocar a modo de iniciar, creando ambiente. Mientras la guitarra de su novio seguía allí, esperando a su dueño.

Los espectadores parecían muy animados y algunos incluso se habían levantado jaleando al ritmo. Los tres músicos sí que sabían ganarse al público y mantenerlos en vilo hasta la aparición de Yamato. Siempre hacían lo mismo desde que empezaron esa gira por Shibuya, caldeaban el ambiente hasta que Yamato aparecía por detrás y comenzaba con los primeros acordes de su guitarra. Se conocía su estrategia de memoria.

Tal y como había predicho, al momento salió Yamato. Se acercó a su guitarra y se la colocó lentamente mientras sus compañeros seguían tocando como si él no hubiese aparecido, sin preocuparse de la oleada de gritos y alabanzas hacia su cuerpo por parte del público femenino. Entonces empezó a cantar, sin mirar a nadie, preocupándose sólo de seguir el ritmo de su canción, de sentirla saliendo de su voz y de las cuerdas de su instrumento, de mostrársela a su público de la manera más delicada y dulce, como si se tratase de su ser más amado, como si su canción fuera el más importante de los tesoros que podría entregarles. Por eso era tan adictiva su música, porque él amaba cada acorde que salía de ella.

Sora dejó de mirar a su chico para mirar a su suegra. Hacía un rato que le habían traído lo que había pedido para comer y ni había movido el cubierto de su sitio. Se había quedado mirando a su hijo como si fuera lo más fascinante que hubiera visto en su vida, como si acabase de darse cuenta de quién estaba delante de ella. Estaba conmovida y emocionada, podía verlo en sus ojos, parecía estar al borde de las lágrimas. Sora le tomó de la mano como consolándola y la mujer la miró sonriente.

Era algo conmovedor ver cómo aquella mujer que parecía tan seria y distante, se derretía al ver a su hijo siendo admirado por su talento, como si se tratase de su hijo cuando hacía una obra de teatro en el colegio y era el más aplaudido por todos los demás padres. Le recordaba en cierto modo a ella y a su madre, distanciadas y sin esa relación tan importante para ambas. Por eso había insistido en que Natsuko viniese con ella, porque quería devolverle a Yamato aquello que él le había entregado hacía un tiempo atrás. Una madre. Sabía que él la necesitaba tanto como Sora había necesitado a su madre todo aquel tiempo.

Había pasado menos de media hora cuando hicieron el primer descanso. Sólo podían tocar durante una hora así que tenían que aprovechar el tiempo al máximo. Descansaban cinco minutos para cambiarse de camisa y volvían enseguida. Yamato se había quedado parado abajo del escenario sin moverse a ninguna parte. Su compañero Akira le vio y fue hacia él a decirle:

Yamato, ¿qué haces? Sólo nos quedan cinco minutos.

Sí, ya voy— dijo Yamato de repente.

Siguió a su amigo, pero mientras pensaba que cómo era posible que su madre estuviera junto a Sora en la primera mesa frente al escenario. ¿Cuándo habían decidido venir a ese concierto juntas? Pensaba que vendría con Mimi o Hikari o incluso con cualquiera de sus amigos, pero no con su madre. Mientras se cambiaba de camiseta y Takashi les daba la paliza con que se dieran prisa, pensaba en lo que había visto. Había visto a su madre allí enfrente mirándole fijamente con los ojos brillantes… demasiado brillantes, ¿había estado llorando?

Sacudió la cabeza. Quería estar con ella y preguntarle qué pasaba y qué era lo que hacía allí, pero no podía, tenían que salir al escenario. Por otro lado, Sora y Natsuko habían empezado a comer algo de la comida que les habían traído. Natsuko no paraba de hablar emocionada y orgullosa de
su hijo:

¡Ha sido fantástico! Ya sabía yo que tenía mucho talento, pero no tanto. Mi hijo llegará muy lejos, estoy totalmente segura de ello.

Me alegro de que te gustase, Natsuko— dijo Sora—. Luego iremos a verle. Supongo que sólo durará media hora más.

Natsuko asintió y siguió comiendo para intentar terminárselo antes de que empezaran, cosa que fue imposible, ya que empezaron casi enseguida. Yamato mientras cantaba, ya no mantenía la vista en su micrófono, sino que ahora miraba a su madre. Quería demostrarle que estaba mirándola y que había notado su presencia, que sabía estaba allí y que realmente le estaba dedicando esa canción.

Llegó al final de la canción y ya debían despedirse porque el tiempo se había terminado y podía ver en la lejanía a uno de los camareros haciéndole señas con las manos de que ya tenían que irse. Una hora de concierto cada vez le sabía más a poco. Se acercó a su micrófono y miró a su público que le contemplaba expectante, todos sabían que ya era el final y esperaban la despedida. Él sonrió y dijo:

Muchas gracias por estar aquí esta noche con nosotros, ha sido un placer. Somos Akira, Takashi, Yutaka y Yamato. Somos Teenage Wolves. ¡Buenas noches!

Y se marcharon por la parte de atrás del escenario bajo un coro de aplausos del público que sonaba emocionado y satisfecho con su puesta en escena. Yamato bajó el último, pensando en los últimos minutos de su concierto y se encontró al otro lado esperándole a su madre y a Sora. Las dos estaban sonrientes, contagiando su alegría al músico que rápidamente se reunió con ellas.
Sora le abrazó con fuerza y le dijo:

Habéis estado fabulosos, en serio. Cada día os superáis más.

Gracias Sora— contestó él dándole un beso.

Natsuko y Yamato se miraron fijamente sin decirse nada, pero no era un silencio incómodo, era más bien pensativo, como si buscasen las mejores palabras qué decirse. Sora captó la señal de que ambos querían estar solos y dijo:

Voy a ver a los demás. Que tengo que devolverle a Akira unos discos que me dejó— y tras decir eso se alejó en busca de los demás miembros del grupo.

Madre e hijo se quedaron por fin solos, pero no se decían nada. Natsuko finalmente decidió dar el primer paso diciendo:

Ha estado muy bien el concierto, Matt…—notó que su hijo se enternecía al oír cómo le solía llamar desde pequeño—. Me alegro de haber estado aquí.

Yo también me alegro de que estuvieses, Nat… mamá— dijo Yamato un tanto avergonzado.

Ninguno de los dos volvió a decir nada. Natsuko se sentía muy feliz de que la hubiese llamado así, estaba tan feliz que no era capaz de decir nada. 

Yamato se sentía incómodo, quería decirle muchas cosas, pero no sabía muy bien cómo, aún necesitaba tiempo para poder tener más confianza con ella, pero sin embargo…

Bueno…— comenzó a decir Natsuko—. Supongo que tendréis mucho que celebrar. Me tengo que ir.

¡Espera!— dijo de pronto Yamato llamando la atención de la mujer que se dio la vuelta para encararlo. Al verse atendido, no sabía muy bien cómo decir lo que tenía que decir— Mañana voy a invitar a papá a comer y… me gustaría que tú también estuvieses… si no tienes ningún asunto que tratar. Estará Sora también.

Ella se dio la vuelta sonriente y le dijo:

Estaré encantada de estar allí con todos vosotros.

Yamato sonrió y ella le tendió la mano siendo correspondido por este. Al ver que no era rechazada, Natsuko se acercó más a su hijo y le dejó un pequeño beso en la mejilla de forma cariñosa antes de marcharse y decirle adiós. No había sido un reencuentro muy emotivo para los ojos de otros, pero para ella era un paso muy importante en el largo camino que tendría que recorrer para volver a ganarse el corazón de su hijo mayor. Vio a Sora a lo lejos y le dijo adiós con la mano y una pequeña sonrisa haciéndola ver que las cosas habían salido bien. 

Sora sonrió y se acercó a su novio para abrazarle por los hombros y sonreír cómplice:

Los chicos dicen que si nos vemos a tomar algo al bar de al lado. ¿Qué me dices?

Me parece bien— contestó Yamato sonriente.

Ella se dio la vuelta en dirección a la puerta de salida donde el resto del grupo estaban esperando cuando de repente, Yamato la tomó del hombro y diciendo su nombre, le dio la vuelta para decirle:

¡Gracias!

¿Gracias por qué?— preguntó ella haciéndose la tonta, deseosa de oír de sus labios lo que quería oír.

Sé que esto es cosa tuya y te estoy muy agradecido— contestó Yamato que parecía muy emocionado—. Yo nunca hubiera sido capaz de ofrecerle a mi madre algo así. Creo que aún soy demasiado orgulloso para dar un paso así. Muchas gracias.

No hay de qué— contestó ella feliz—. Yo sólo quiero que seas feliz, Matt.

Él sonrió al oír ese nombre y le dio un pequeño beso en los labios que ella correspondió al instante. Después vio que Akira se había acercado a ellos para decirles que fuesen más deprisa y ambos le siguieron de la mano. Tenían que celebrar el triunfo de la noche, ¿no? Por otra parte, Mimi se encontraba sentada en un banco perdido en medio del parque Ueno. Había estado dando vueltas sin parar y sin ninguna dirección.

Necesitaba pensar, pero su cabeza no se despejaba, todos los pensamientos se dirigían a su idea disparatada de vivir para siempre con Taichi en Japón. Encogió las piernas para pegarlas a su pecho y enterró la cabeza en ellas. Estaba desolada. Quería quedarse con Taichi, pero tampoco quería quedarse allí como si fuera inmigrante ilegal. Todos los trabajos que estuvo mirando eran horribles y en todos era necesario que tuviese visado para trabajar. No quería pensar qué clase de trabajo se le ofrecerían sin visado ni permiso de trabajo, se hacía una idea bastante clara y no pensaba hacerlo.

Quería llorar. ¿Por qué era tan difícil todo? ¿Por qué Taichi no era estadounidense o ella japonesa? Todo hubiera sido más sencillo porque nunca tendrían que separarse y hasta vivirían juntos si pudiesen… Todo era tan difícil y molesto… De repente, sonó el móvil en su bolso. Frunció el ceño, seguro que era Hikari otra vez y no quería hablar con ella. Pero en cuanto vio quién era, abrió mucho los ojos. Taichi llamaba, no era Hikari, sino Taichi.

Sin pensarlo, descolgó y tras hacer un esfuerzo para no llorar por lo desgraciada que se sentía dijo con la voz un poco rota:

¿Tai…?

¿Dónde estás Mimi?— preguntó él que parecía preocupado—. Fui a verte y me dijo Hikari que te habías marchado. Hemos estado llamándote todo este rato.

¿Fuiste a verme?— preguntó ella emocionada sólo de imaginárselo.

Claro que si— contestó Taichi confuso—. ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Dónde estás? Estamos preocupados.

Ella se quedó en silencio, disfrutando cada palabra que el chico emitía con ese tono de preocupación. Era absurdo, sí, pero le hacía feliz pensar que a él aún le importaba y que después de todo no lo había perdido. Finalmente dijo:

Estoy en el parque Ueno… cerca de dónde estuvimos cuando el Hanami.

Voy para allá— contestó él—. ¡Ni se te ocurra moverte de ahí!

Mimi rió tras ese último comentario lleno de humor viniendo de su novio y colgó. Después de eso, quiso volver a llorar. Todo era horrible, no quería perderle. Le había costado mucho estar con él y todos aquellos malos ratos y terribles lágrimas que derramó por ello iban a ser en vano. El mundo era injusto…

Y así se la encontró Taichi. Sentada en ese banco, con la cabeza hundida entre las piernas como si fuera la imagen más lastimosa y patética que había visto en siglos. Sonrió y se acerco a ella. Hikari le había contado todo lo que había pasado y sabían cómo era, después del berrinche por no haber sido bien acogida su estrafalaria idea solía marcharse indignada a dar vueltas por las calles como si fuese un animal enfurecido, hasta cansarse y quedarse en un sitio sola hasta que decidía volver a casa. Todo eso estaba muy bien, eso pensaba Taichi, pero había llevado el mosqueo muy lejos y tenía que recogerla antes de que algún pervertido la viese sola de noche.

Se acercó a ella y se sentó a su lado sin decir nada hasta que ella notase su presencia. Mimi, al sentir que otro peso ocupaba el banco donde ella se encontraba, levantó la cabeza y se encontró de lleno con Taichi que la miraba expectante. Ella sonrió amargamente y apoyó su barbilla en sus rodillas sin decir nada.

Taichi entonces, se recargó en el respaldo del banco y mirando al vacío dijo:

Aún quedan algunos cerezos en flor. Quizá podríamos venir otro día por aquí a emborracharnos como la otra vez, ¿no crees? 

Mimi le miró ofendida y volvió a colocar su cara contra sus piernas y Taichi resopló. Tenía ganas de darse contra el banco, sólo a él se le ocurría recordar aquel día en el que discutieron y por lo que estaban ahora así. Volvió a mirar donde estaba ella y decidió ser directo, había dejado claro que no se le daba bien andarse con rodeos:

Mimi… Hikari me ha contado todo lo que ha pasado esta tarde— al ver que ella no decía nada, prosiguió—. No quería haber sido tan duro la otra vez… Estaba enfadado y me preocupaba el hecho de no aprobar. Pero pienso que deberíamos tener claro que existe esa posibilidad…

¡Pues yo me quedaré aquí!— exclamó Mimi de pronto mirándole a los ojos decidida—. Me quedaré y me buscaré la vida para poder vivir aquí. No me importa que se me acabe el visado porque ya lo he roto.

Él la miraba. Parecía muy convencida de sus palabras, aunque podía ver en sus ojos que en realidad tenía miedo de cumplir lo que se proponía. No pudo evitarlo y se echó a reír sin preocuparse de que su novia lo mirase indignada.

Lo siento— contestó él tratando de calmarse para mirarla fijamente—. Pero me ha hecho gracia imaginarlo. Serías la primera estadounidense que se declara inmigrante ilegal, nadie se lo creería…

Alguien tendría que ser la primera— contestó ella simplemente.

Pero ni tú te lo crees, Mimi— dijo Taichi mirando cómo ella apartaba su vista de él—. Ni siquiera haría yo algo así, y mira que me atrevo con todo.

¿Qué tiene de malo?— preguntó Mimi empezando a desesperarse porque nadie lo entendía—. Yo quiero estar contigo, Tai y no podrá ser así si yo me tengo que marchar. No me importa sacrificarme por conseguir quedarme contigo, lo demás no importa, sólo tú y yo.

¿Estás segura?— preguntó él de pronto serio—. ¿Te has parado a pensar en lo que estás diciendo?

Ella sonrió al escucharle decir eso y dijo:

Tiene gracia que seas tú el que me lo digas.

Porque el único que puede hacer estupideces soy yo, ya lo sabes— contestó él sonriendo y mirándola cómplice al haberla hecho sonreír.

La verdad es que no lo he pensado, porque sé que si sólo me paro un segundo a pensarlo, me vendré abajo y tendré que irme— contestó ella triste.

¿Serías capaz de dejar todo por vivir conmigo aquí sin trabajo y sin estudios?— preguntó él sorprendido—. ¿Y todo eso por mí?

Es una posibilidad de ensueño, ¿no crees?— preguntó Mimi sonriente—. Yo viviendo aquí, sin importarme lo que piensen los demás y estando tú y yo para toda la vida viviendo en un mundo de felicidad… ¡Vaya! Que estúpido suena ahora…

¿Lo ves?— dijo Taichi triunfante y se dejó escurrir en el banco para tener una postura más cómoda—. Pero no te preocupes… yo también he pensado muchas estupideces con respecto a nuestra situación actual.

Mimi le miraba echado de esa manera tan despreocupada en el banco y sintió deseos de apoyarse en él y disfrutar de esa postura relajada que el chico tenía en ese momento, pero aún se sentía preocupada. Se acercó al chico y se abrazó a su cuerpo como si así encontrase consuelo diciendo:

¿Qué haremos?

No lo sé— contestó él correspondiéndola—. Pero aún queda que me den la beca… No deberíamos ir tan rápido.

Pero si me dijiste que no estabas seguro de irte a Estados Unidos conmigo— puntualizó ella recordando el mal recuerdo de la otra vez.

Lo sé…— contestó él y se volvió a ella añadiendo—, estaba un tanto preocupado por la discusión que tuvimos y los exámenes que no me estaban saliendo como esperaba, pero no me ha ido del todo mal al final… Tengo una buena noticia— al ver que ella le miraba esperando por ella siguió hablando —, mi padre me ha llamado y me ha dijo que ha llegado por fin la carta de Estados Unidos y me han aceptado. Sólo queda que apruebe todo para saber si me la conceden o no…

¡Pero eso es estupendo!— dijo Mimi emocionada levantándose del banco—. ¿Por qué no me lo habías dicho antes?

Eso pensaba hacer…— dijo él simplemente sonriente.

Entonces ella se serenó y se sentó a su lado, pero esta vez le miraba directamente a los ojos y le había cogido de las manos para decirle por fin:

Tai… pero antes de todo. Quiero que tú estés seguro de lo que vas a hacer. Porque si vas a venir sólo por el hecho de estar conmigo seguramente no nos irá bien y acabaremos distanciados… Creo que tenías razón con lo que dijiste la otra vez.

Estoy seguro— contestó Taichi apretando su mano—. Después de ver que incluso has optado por la posibilidad de sacrificar todo por mí, es lo mínimo que podría hacer teniendo muchas más posibilidades de irme que tú de quedarte. Creo que no nos irá tan mal como yo pensaba…

¡Por supuesto que no!— contestó Mimi emocionada—. Y si nos va mal lo resolveremos juntos sin rendirnos… Tai, eres muy importante para mí y no quiero que todo lo que hemos pasado haya sido en vano.

Yo tampoco— dijo él abrazándola—. No pensaremos más en el futuro, pensemos en el presente y si las cosas no son como queremos, pues ya veremos qué haremos.

Ella sonrió y le besó de forma larga, llevaba sin verle varios días como para desaprovechar esa oportunidad. Él la correspondió con más necesidad y la tomó entre sus brazos para sentirla más cerca. Cuando se separaron, él se rió y dijo:

Mañana tendremos que ir a la embajada a que te den otro visado y pasaporte nuevo, ¿no?— después de decir eso, le dio los restos de su antiguo pasaporte.

Sí, creo que si…— contestó ella avergonzada por su anterior arranque.

Iban a marcharse de vuelta a casa, cuando de pronto el teléfono de Taichi sonó, él lo miró por un momento y al ver que era Hikari, descolgó y dijo:

¿Sí?

¿Ya estás con Mimi?— preguntó la chica.

Sí, está aquí conmigo. Vamos a ir ahora a casa— le contestó él.

¡Me alegro!— contestó Hikari emocionada, pero añadió—. Escucha, me ha llamado Sora y me ha dicho que Yamato ha terminado su concierto y que ha sido todo un éxito. Preguntan si queremos unirnos de fiesta con ellos, que están en el distrito de Shibuya.

Un momento— contestó él y volviéndose a su novia le preguntó—, dice Hikari que si vamos con Yamato, Sora y demás de fiesta por la celebración de su concierto.

Mimi consultó su reloj y dijo enseguida:

Me parece bien, que hace mucho que no nos juntamos.

Dice que de acuerdo, ¿vamos a buscarte por casa?— contestó Taichi emocionado.

Vale, también voy con Daisuke que ya lo llamé y me dijo que de acuerdo y Koushiro también vendrá imagino. Pregúntale si va a ir con Miyako que ya me enteré de lo de ellos— dijo Hikari y se despidió—. Bueno os espero aquí. ¡Adiós!

Ambos se alejaron de allí en dirección a donde Taichi había aparcado su moto y se marcharon decididos a celebrar una buena fiesta todos juntos después de tantísimos problemas que habían pasado todo el año.

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