Posted by : Unknown viernes, 6 de febrero de 2015






Capitulo 33: Partida

La primavera había llegado finalmente a la capital nipona. El clima templado parecía por fin haberle ganado la batalla al frío invernal estableciéndose de forma constante para darle la bienvenida a la nueva estación.

Sin embargo, no dejaba de llover. Takeru pensaba en el tiempo mientras observaba el exterior a través de la ventanilla del coche en el que se encontraba. Contemplaba como hechizado cómo las gotas que se golpeaban contra el cristal danzaban de forma grácil hasta desaparecer al final de la
ventana. Era algo totalmente hipnotizante.

- ¡Takeru!- oyó de pronto a su espalda.

Él se dio la vuelta y se encontró en el lado del conductor con su hermano mirándole fijamente al ver que no le había hecho caso antes. Takeru agitó la cabeza y sonrió a Yamato mientras le decía:

- ¿Qué pasa, hermano?

- Llevo un buen rato intentado llamar tu atención- contestó el chico- pero no me hacías caso. ¿En qué piensas?

- En nada- contestó rápidamente Takeru dándose un pequeño golpe en la frente- me había quedado parado viendo llover, lo siento. ¿Qué me decías?

Yamato sonrió ligeramente por la respuesta y miró un momento hacia el exterior como si quisiera comprobar la posibilidad de quedarse embobado mirando a la lluvia. Entonces dijo:

- ¿Entonces ya lo has decidido? ¿Lo harás?

Takeru se quedó un momento callado, ligeramente afectado por la pregunta. Sabía de sobra a qué se refería su hermano y sí, lo tenía claro:

- Sí- contestó de forma firme- Ya lo hemos hablado mamá y yo. Ambos pensamos que es lo mejor que podemos hacer todos.

- ¿Estás seguro?- preguntó Yamato sin mirarle, pendiente de la carretera- Vas a tener que dejarlo todo colgado y a lo mejor no puedes hacer el traspaso de expediente…

- Por eso no te preocupes- contestó Takeru- lo del traspaso no es nada difícil porque ya he estudiado allí y me lo concederán. Ya lo hemos mirado.

- No es eso Takeru- contestó Yamato resoplando disconforme- es algo muy complicado. Vas a tener que dejarlo todo y lo que te espera allí no es sencillo.

- Ya lo sé- contestó Takeru sintiéndose agobiado- pero quiero hacerlo, Yamato. Sé que es lo que tengo que hacer en este momento y que soy el único que puede.

Yamato suspiró derrotado. Ya no había vuelta atrás ni modo de convencerlo de lo contrario. Takeru se había decidido a marcharse a París. No le hacía gracia. Habían estado siempre separados y cuando al fin parecía que podían tener una relación normal de hermanos, él decidía que se iba a marchar otra vez.

Takeru, por otra parte, comprendía que su hermano mayor estuviese molesto. Sabía cuánto había querido esa relación de hermanos normal que tanto envidiaba de Taichi y Hikari, y que por fin habían llevado algo parecido a eso. Pero no podía evitarlo.

Hacía varias semanas que se enfrentaba a ese problema. Todo comenzó con una llamada imprevista a su casa desde París. Su madre había cogido el teléfono al tiempo que él entraba por la puerta de su casa y le sorprendió que apenas decía palabra, sólo escuchaba.

Se quedó parado en la puerta intentando averiguar con quién hablaba, pero sólo la escuchaba entre largos silencios escuetos monosílabos que no le sacaban de su ignorancia, pero de pronto le oyó decir:

- ¿Pero es muy grave? Mamá… Yo… Claro que querría estar allí con vosotros… Pero el trabajo… Entiendo… Intentaré hacer todo lo que pueda, no te preocupes… ¡No llores por favor!

Takeru se quedó paralizado en la puerta. ¿Hablaba con su abuela de Francia? ¿Qué había ocurrido? Mientras cavilaba sintiendo que se agobiaba con cada posible idea que se le pasaba por la cabeza, oyó que su madre colgaba y no hacía ningún movimiento para separarse del teléfono. En ese momento, decidió entrar.

Se encontró entonces de cara con ella y sintió que las cosas iban mal. Su madre le devolvió la mirada cuando fue consciente de su presencia y pudo ver que pequeñas lágrimas florecían en sus ojos aunque ella quisiera evitarlas. Sin esperar a más, se abalanzó sobre ella y la estrechó entre sus brazos sin preguntar nada. Permitió a su madre sentirse apoyada y protegida por él aunque sólo fuera por un instante.

Ella cuando sintió los brazos de su hijo pequeño alrededor de su cuerpo rompió a llorar aferrándose más al cuerpo de Takeru que aguantaba el tipo como podía.

Finalmente, parecía que la mujer se calmaba poco a poco y miró a los ojos azules del chico que seguía mirándola y acariciando su pelo con cariño. Sonrió y llevó la mano derecha a su rostro para limpiarse las lágrimas que aún querían salir. Entonces dijo:

- ¡Perdóname hijo! Soy una tonta…

- Mamá…- sólo pudo decir él sintiendo que algo se rompía en él al ver así su madre- ¿Ha… ha ocurrido algo?

Vio que los ojos de la mujer se ensombrecían al volver a recordar el motivo de sus lágrimas y parecía barajar la posibilidad de no comentarle nada a Takeru. Pero finalmente dijo:

- Tu abuelo… ha tenido un accidente de moto- al oír eso, notó que el estómago se le encogía, pero dejó que su madre siguiese hablando- está en el hospital pero fuera de peligro…

- ¿Pero está bien?- preguntó él angustiado ya temiéndose que todo aquello no terminaría del todo bien.

- Bueno…- dijo su madre como si le costase poder decir alguna palabra- su pierna se rompió en varias partes y no puede moverla… Ya sabes que tu abuelo ya no es tan joven y puede que no se recupere de eso… Puede que no vuelva a poder andar de forma normal…

Takeru bajó la mirada gravemente compungido. Su abuelo estaba en el hospital al otro lado del mundo y no podían hacer nada. De pronto le vino a la mente la razón del accidente.

Recordaba a su abuelo francés. Era un hombre de sesenta años muy enérgico y temerario, con una pasión por su país que no era normal. Había estado viviendo con él y su abuela en París durante aquel año que estudió en Francia y los había traído de cabeza a ambos.

Tenía un gusto desmedido por perderse por cualquier lado sin dar explicaciones, ya fueran tanto por las calles de París como por cualquier región francesa y siempre con su moto de los años 70 que amenazaba en cualquier momento con explotar y dejarle tirado en cualquier cuneta.

La moto. Sabía que en algún momento ella sería la causante de algún disgusto. Ya habían intentado razonar con el hombre tanto su abuela como él para que de una vez se deshiciera de ella, pero el hombre había hecho oídos sordos a cualquier argumento:

- En serio, abuelo- le había dicho en uno de sus múltiples intentos de hacerle entrar en razón- no puedes montar ya en esa moto. Tu oculista dice que ya no tienes vista para conducir y ya queda poco para que expire tu carnet de conducir…

- ¡No digas tonterías!- contestó el hombre en voz alta- aún puedo conducir esta preciosidad, incluso con los ojos cerrados.

- ¡Ya has oído a tu nieto!- oyó que su abuela decía a su lado- los médicos han sido claros. Nada de motos ni de pasear con ella por ningún lado.

- Yo soy francés- dijo él de repente sacando pecho orgulloso de cada palabra que decía- todo francés tiene el deber de pasear por su hermosa París en moto y nadie va a impedírmelo.

Y sin dar tiempo a ninguno de los dos a decir nada en contra, su abuelo tomó el abrigo y se marchó de allí a la vez que cantaba a voz en grito la Marsellesa, como solía hacer a menudo.

Takeru refunfuñó. Siempre tenía la misma excusa para hacer lo que le diese la gana. Que era su deber como francés. ¿Qué tendría que ver ser francés con montar en moto y pasear solo por París? Le desquiciaba esa cabezonería y esa maestría para terminar haciendo lo que quisiese sin pensar en los demás. Ahora estaban en ese lío.

- ¿Y qué te ha contado la abuela?- preguntó él intentando no mostrar el enfado interno con su abuelo para no incomodar a su madre.

- Bueno… me dijo que seguramente no podría recuperarse del todo y tendría que ayudarse de un bastón e incluso de una silla para poder andar. También bueno… lamentaba que estuviera viviendo en Japón y no pudiese estar allí con ellos para ayudarles… ya sabes que ahora con la crisis, sus pensiones no son tan altas para contratar a alguien que les ayude y…

- … Y la abuela dice que estarías mejor allí con ellos que aquí en Tokio- terminó Takeru ya sabiéndoselo de memoria.

- Sí- afirmó ella derrotada- sabe que no puedo dejar mi trabajo aunque quisiera, pero no quiere entenderlo…

Él no contestó. Conocía de sobra lo que pensaban sus abuelos sobre el hecho de que su hija y sus nietos vivieran tan lejos y siempre se lo hacían saber, como si así pudieran conseguir que ella se diese cuenta de lo que estaba mal y volviese con ellos. Miró a su madre a su lado con el semblante preocupado. La vio tan frágil y tan pequeña en ese instante que pensaba que se iba a desvanecer de un momento a otro. Sufría mucho al no poder hacer nada por sus padres y él sabía que deseaba en ese momento estar en Francia con ellos…

De pronto, una idea surgió en su mente de forma espontánea tomando lentamente sustancia y cobrando sentido hasta que salió de su boca hecha palabras sin ser consciente de lo que estaba pensando:

- Me iré a Francia con los abuelos entonces.

Ante esto, su madre volvió los ojos a él, consternada. No tardó en preguntar:

- ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo vas a ir tú a Francia? ¿Qué vas a hacer tú ahí?

- Mamá…- dijo él- los abuelos necesitan ayuda y tú no puedes dejar tu trabajo aquí en Tokio. Yamato tampoco puede, él tiene su vida aquí desde siempre y no debe de dejarla…

- ¿Y tú?- preguntó su madre de pronto- ¿Qué hay de ti y de tu vida?

- Yo…- empezó a decir él con una sonrisa amarga- la verdad mamá… Mi vida está en Francia con ellos… además puedo hacer el traspaso a París y todavía tengo amigos allí, así que no estaré solo.

- Pero… ¿estás hablando en serio? Yo… no quiero que te vayas allí, es demasiada responsabilidad para ti. ¿Lo has pensado bien?

- No- dijo él siendo sincero- pero sé que el que tiene que ir soy yo. Los abuelos me necesitan y… Bueno, creo que yo mismo necesito volver a París, empezar de cero todo, sentirme lejos de aquí…

Ella le miró sorprendida, sin llegar a comprender de qué estaba hablando. Pero no le preguntó, conocía el carácter reservado de su hijo pequeño y no quería presionarle. Sabía que tarde o temprano terminaría sincerándose con ella. Pero algo más debía de haber pasado para que tomase esa resolución tan repentina, algo no muy bueno.

Takeru, por su parte, había notado que su madre sospechaba que algo más era lo que le lanzaba a volver a Europa. Llevaban demasiado años viviendo juntos y se conocían perfectamente incluso para adivinar estados de ánimo y sentimientos. Siempre había estado muy apegado a su madre. Desde la separación de sus padres cuando era aún un niño muy pequeño siempre había estado con ella. Por ello, él siempre había pensado que entre ellos había un vínculo muy importante en el que no necesitaban palabras para entenderse. Alguna vez le contaría lo que ocurría, pero aún no estaba preparado, tenía muchas cosas en qué pensar.

Después de esa conversación, parecía que todo había quedado hablado entre madre e hijo. Takaishi Natsuko parecía haberse rendido a la firmeza de la decisión de Takeru y le había comentado el plan a toda la familia. Sus abuelos de Francia parecían estar de acuerdo y se alegraron de que el chico se fuera a vivir con ellos, pero cuando su padre y Yamato se enteraron ambos pusieron el grito en el cielo:

- Apenas nos vemos, Takeru- le dijo Ishida Hiroaki cuando se enteró de las intenciones de su hijo menor- y si ya te vas a ir a Francia aún menos.

- Lo sé, papá- fue lo único que atinó a decir el chico- pero entiéndelo, mis abuelos necesitan ayuda y mamá no puede dejar su trabajo… Además yo sé bastante francés y ya he estudiado allí, así que no tendré ningún problema.

- Es que ni siquiera se te ha ocurrido consultarnos ni nada, parece que sólo la opinión de tu madre es la que cuenta…

- Eso no es cierto, papá- se apresuró él a decir- también me importa lo que vosotros digáis, por eso estoy aquí… Pero soy ya mayor de edad y no necesito pediros permiso ni a ti ni a mamá.

Hiroaki dio un largo suspiro, pero no dijo nada. Sabía que no le parecía bien, pero que no iba a decir nada en contra. El carácter reservado y calmado de su padre le impedía levantar la voz en contra de sus deseos, pero aún así pensaba dejar claro su disconformidad.

Pero, a pesar de que sabía que no se opondría en ningún momento, pudo notar un ligero atisbo de decepción en su mirada que no pudo pasársele por alto de ningún modo. Se sentó al lado de él. Su padre no hizo ningún movimiento para dejarle espacio para sentarse a su lado, pero no le importó. Pasó el brazo por el hombro del hombre y le hizo mirarle:

- Papá, siento que las cosas sean así. Me hubiera gustado que hubiéramos tenido más momentos para estar juntos y conocernos mejor… Pero tengo que irme, ya lo he decidido y no hay vuelta atrás.

Su padre le miró entonces a la cara y sonrió. Por fin había aceptado que se marchaba y entonces dijo:

- Está bien. Haremos todo lo posible para que no te falte de nada en Francia… pero procura no dejar apartados los estudios por cuidar a tu abuelo. Ya sabes que lo primordial es estudiar.

- Lo sé- contestó Takeru sonriendo abiertamente y abrazando a su padre añadió- gracias papá, de veras.

Había conseguido convencer a su padre finalmente. Pero aún le había quedado alguien a quien sí tendría que darle explicaciones más concisas. Su hermano. Éste recibió la noticia de forma muy diferente a lo que él había imaginado. Se enfadó bastante y aunque no lo exteriorizó, Takeru pudo notar su enfado cuando dejó de hablarle y su semblante de seriedad cada vez que salía el tema.
Ahora estaban los dos juntos en el coche y después de mucho insistir en el tema viendo que había perdido de aliado a su propio padre cuando cedió a los deseos de su hermano menor, finalmente decidió decir lo que pensaba:

- No me parece bien que te vayas. Cuidar al abuelo es una tarea muy complicada y vas a tener que pringar un montón.

- Seguro que lo llevaré bien- contestó Takeru tranquilamente- no te preocupes por mí, hermano.

- ¡No es eso!- bramó de pronto el chico dispuesto a tirarse a sí mismo más de la lengua- me parece mal que te vayas por eso, pero además tengo la sensación de que has encontrado la oportunidad perfecta de huir de Hikari y de Daisuke. Me parece una resolución muy cobarde por tu parte, Takeru.

Tras oír aquellas últimas palabras, Takeru se tensó. Yamato conocía parte del motivo por el cual se quería marchar. Vio que su hermano mayor le observaba fijamente retándole a contestarle con la verdad. Finalmente, tragó saliva y dijo:

- No estoy huyendo de Hikari y Daisuke. Simplemente no quiero interferir entre ellos, sé que ambos desean estar juntos y estando yo por medio no los ayudaré… Además, quiero volver a París, allí estuve muy a gusto y desearía volver a ver a toda la gente que conocí, volver a sentir el calor del Mediterráneo, estar con los abuelos… No lo hago por ellos, si no por mí. Quiero estar en Francia, allí podré estar más tranquilo y tendré la oportunidad de conocer a otra gente sin tener que ver a Hikari junto con Daisuke, que no me hace bien…

- Puedes también conocer gente aquí- dijo Yamato muy serio- Japón no se reduce sólo a ellos dos… Parece que yo no importo para nada en tu vida ni parece importarte lo que yo siento al decidir por tu cuenta que quieres largarte.

- Ya lo dije cuando hablé con papá, Yamato- contestó Takeru dolido por sus palabras- me importa lo que penséis, pero yo necesito marcharme. Aunque no te lo creas desde que lo decidí, he estado pensando mucho en ello y por fin he llegado a la conclusión de que quiero irme. Ya sabes que siempre me ha gustado mucho Francia y después de lo que ha pasado con Hikari, la idea de vivir allí me resulta mucho más atractiva. No me gusta que me trates como si estuviera actuando de forma egoísta, porque tú, al hacerme sentir culpable por algo que necesito hacer, estás actuando más egoísta.

Yamato se quedó helado al oír las palabras de su hermano menor. ¿De verdad tenía esa necesidad de marcharse? La verdad es que siempre había notado que Takeru era mucho más feliz cuando pasaban las vacaciones en Francia con los abuelos que cuando estaban en Tokio.

Quizá era porque, en cierto modo, cuando estaban allí podía disfrutar de esa sensación de familia que ninguno de los dos habían llegado a conocer al haber vivido la separación de sus padres a tan corta edad. No lo sabía, pero pensar en eso le hacía sentirse mal por enfadarse con su hermano.

- ¿De verdad necesitas tanto marcharte?- preguntó él dulcificando el tono casi de forma inconsciente. Al ver que su hermano asentía, dijo derrotadoestá bien… perdóname hermano, no me había dado cuenta de lo que realmente sentías.

- No pasa nada- contestó Takeru sonriendo- gracias por comprenderlo.

- Sigue sin parecerme bien que te marches pero… si así tú estás más contento, yo lo aceptaré sin más… ¿Cuándo piensas marcharte?

- Dentro de dos semanas- contestó él- ya tengo todos los documentos en regla y podré el año que viene retomar el curso sin problemas, lo que queda de este curso me dedicaré a ayudar a los abuelos y a estudiar para el año que viene.

- Bien…- dijo Yamato más para sí mismo que para su hermano.

De pronto, el semáforo se tornó verde y Yamato dejó de hablar para poner atención a la carretera y empezar a conducir de nuevo sin volver a retomar más el tema. Takeru tampoco lo volvió a sacar, a su hermano no se le daba bien hablar de sus sentimientos cuando se trataba de él y no quería presionarle cuando estaba comenzando a comprenderle, así que volvió otra vez la vista a la ventana para pensar en otro tema que le reconcomía. Hikari y Daisuke.

Ellos le preocupaban realmente. Sabía por su amigo que ninguno de los dos se había vuelto a hablar y parecía que su relación había quedado en un punto muerto. No sabía cómo se sentiría Hikari por ello, pero sí sabía cómo lo estaba pasando Daisuke.

Pudo notar cómo su entusiasmo había descendido a un ritmo alarmante y cómo pasaba mucho más tiempo encerrado en sí mismo, algo totalmente incompatible con su carácter extrovertido. No sólo él lo había notado, el resto de amigos en común habían reparado en el cambio de humor del chico y en cómo intentaba sin éxito fingir que todo estaba bien.

Tenía que hacer algo por ellos antes de marcharse. Sabía que si no intervenía, condenaría a los dos a tener que olvidarse y a tener que vivir con aquella herida abierta por miedo a volver a sufrir. Sería lo último que haría por ellos antes de dejarles vía libre para poder ser felices y ya sabía lo que tenía que hacer. 

Hikari aquel día se sintió muy feliz. Acababa de ver los vídeos que su padre y su hermano habían grabado con las mejores jugadas de éste y se alegró al ver que el que participaba en él, era su exnovio.

En cuanto le vio aparecer al principio de la grabación saludando alegremente colgado del hombro de su hermano, miró a Taichi con los ojos muy abiertos por la sorpresa de encontrarlo allí. Taichi le devolvió la mirada confundido, pero se dio cuenta y dijo:

- ¡Es verdad que tú no lo sabías! Resulta que Daisuke me ha estado ayudando con lo de la beca porque necesitaba a alguien que me ayudase.

- ¿Y eso por qué?- preguntó Hikari confusa- ¿No decías que no le soportabas?

- Sí, bueno…- dijo Taichi avergonzado- pero bueno… después de lo del otro día, hablé con él y ahora me cae mucho mejor.

Hikari le miraba sin saber qué decir, pero sonreía. Al menos se alegraba de que ellos dos se llevaran bien. Pero Taichi no le contó realmente lo que le llevó a hablar con él de nuevo. La verdad es que nunca alguien le había sorprendido tanto como aquel chico cuando decidió interponerse entre él y su hermana para defenderla a capa y espada importándole poco las consecuencias.

Ello fue lo que le llevó a rebajar su orgullo y a tragarse toda la antipatía que había sentido por él todo aquel tiempo decidiéndose a ir a verlo un día para hablar con él.

La sorpresa de Daisuke, al verle un buen día en el polideportivo donde entrenaba con su equipo, fue tan notoria que tuvo el impulso de echarse a reír, pero tenía que permanecer serio para que no pareciera que se estaba burlando de él.

Daisuke se acercó a él en cuanto tuvo la oportunidad y Taichi le saludó para que se diera cuenta de que estaba allí por él. El chico no dijo nada, aún trataba de averiguar el motivo de su visita y no se fiaba, estaba enfadado con él por lo de Hikari y no le apetecía tener que discutir. Por suerte no tuvo que comenzar ninguna discusión:

- ¡Vaya no esperaba que fueseis tan buenos!- dijo Taichi de pronto- si lo hubiera sabido, hubiera venido antes.

Él no contestó, sólo le miraba a la espera de cualquier mala contestación para atacar con cualquier cosa que se le ocurriera. Pero no recibió ninguna, si no que vio como Taichi se acercaba a él y ponía una mano en su hombro sin decir nada en principio, parecía costarle decir lo que quería y quedaron en silencio hasta que finalmente arrancó a decir:

- Daisuke… siento mucho lo que pasó con mi hermana… La verdad es que me porté como un capullo y bueno… pienso que has sido la mejor persona que podría haber sido el novio de mi hermana.

- ¿Lo dices en serio?- preguntó él de pronto levantando la cabeza para mirarle.

- Sí… defendiste a mi hermana a pesar de todo y estuviste con ella hasta el final. ¿Qué clase de persona sería yo si después de eso no pensase así?

Daisuke sonrió complacido. Taichi, al notar que el chico era menos reacio con él, le dio un par de palmadas en la espalda en señal amistosa y ambos se echaron a reír. Se sentaron en las gradas los dos solos mientras hablaban de fútbol y otros temas que tenían en común.

- Me contó Hikari antes de que cortáramos que piensas pedir la beca de estudios para Estados Unidos- dijo Daisuke.

- Sí, me quiero ir con mi novia a Estados Unidos- contestó él- sólo tengo que aprobar todo lo que queda de curso y mandarles un vídeo jugando al fútbol.

- Sabes que si necesitas ayuda, puedes pedírmelo, ex cuñado- dijo Daisuke riéndose.

- Pues mira- contestó Taichi pasando por alto cómo lo había llamado- ahora que lo dices, necesito a alguien que me ayude con el vídeo. Antes tenía a Sora, pero ella ahora no puede y necesito a alguien que juegue más o menos como yo… Y bueno, he estado viendo como juegas, me parece que tienes un buen juego. ¿Querrías ayudarme?

- ¿Ayudarte?- preguntó Daisuke de repente emocionado- ¡Claro que sí te ayudaré! ¿Cuánto empezamos? ¿Qué tengo que hacer?

Taichi sonrió al recordar ese último día mientras le contaba a grandes rasgos lo que había sucedido a Hikari, que tampoco podía evitar sonreír mientras se imaginaba a su ex novio emocionado y dando saltos de felicidad por la proposición. Era tan… propio de él.

Su hermano la observaba mientras ella se sonreía al oír el nombre de Daisuke. Cualquiera se daría cuenta de lo que pasaba ahí, no podía fingir que no lo sabía y le dolía verla así:

- Él aún te quiere, Hikari. ¿Por qué no te das otra oportunidad para ser feliz?

- No sé… Creo que no merezco estar con él. Le he hecho mucho daño y lo que ha pasado aún está tan reciente…- dijo ella un poco deprimida.

- No eres alguien tan malvado, Hikari. Creo que ya has pagado suficiente por lo que hiciste y aún tienes una oportunidad para volver a ser feliz… No la desperdicies- le animaba él.

Ella no contestó, no hubiera sabido qué decir aunque hubiese querido. Ella bien sabía que lo que más quería en el mundo era volver con él, pero no se atrevía. Aún temía salir herida de todo aquello y de herirle a él en el camino.

De pronto, un ensordecedor sonido los distrajo librando a la chica de tener que responder algo a su hermano. Suspiró avergonzada, debía ya por fin cambiar el tono de su móvil o acabaría sorda. Tomó el teléfono y sintió que palidecía por momentos. Era Takeru quien estaba llamando. No sabía qué hacer ni donde meterse en ese momento, ¿se puede saber qué sería lo que quería?

Sin pensarlo, se levantó y salió corriendo en dirección a una habitación vacía dejando a su hermano desconcertado. Una vez que cerró la puerta tras de sí, descolgó el teléfono y se lo llevó a la oreja casi temblando de los nervios:

- ¿Sí…?

- ¡Hikari!- oyó de pronto su voz desde el otro lado.

- Takeru…- fue lo único que fue capaz de decir.

Hubo un silencio repentino en el que ninguno de los dos era capaz de decir nada. Hikari sentía que le temblaban las piernas por los nervios. ¿Qué se suponía que quería? Llevaban varias semanas sin hablar después de que ella le rechazase y también dejase a Daisuke. ¿Qué le diría? ¿La atacaría otra vez? No podía soportar la espera. Pero de pronto, él volvió a hablar:

- Hikari… ¿Cómo… cómo estás?

- Eh…- empezó a decir ella sin saber muy bien cómo tomarse esa pregunta- bueno, bien. ¿Tú cómo estás?

- Bien también- contestó él y después de ese torpe saludo volvió a invadirles aquel incómodo silencio, parecía que él quería decirle algo, pero no lograba encontrar las palabras apropiadas para ello- verás… te llamaba porque… necesito decirte algo importante… ¡pero no tiene nada que ver con nosotros, te lo prometo! Juro que no volveré a molestarte después de hablar contigo.

- ¿Hablar conmigo?- repitió ella consternada pero notando cómo el alivio la invadía- ¿sobre qué?

- Es algo importante… no quisiera hablarlo por teléfono. ¿Podríamos vernos mañana?- contestó él un poco más seguro de lo que decía.

Hikari dudó por un momento. ¿Debía ir? Takeru, al otro lado, parecía hablar en serio y sonaba desesperado. Quizá debía probar y darle una oportunidad a decirle lo que tuviera que decirle, al fin y al cabo había sido su mejor amigo durante la secundaria…

- Está bien… Mañana nos vemos. ¿Cuándo?

- ¿Te viene bien enfrente de la estatua de Hachiko en Shibuya?- preguntó Takeru- Es que tengo que hacer unas cosas por allí y si no, no me da tiempo…

- Me parece bien- contestó ella- te veo allí. Adiós.

Tras la despedida recíproca, colgó el teléfono y se quedó apoyada en la puerta sin hacer nada. No dejaba de darle vueltas al asunto y se preguntaba una y otra vez qué sería lo que tenía que contarle… Aún así, no parecía que la cosa fuese algo bueno.

Ella no dejó de darle vueltas en todo lo que quedaba de día y parte del día siguiente. Y aún pensaba en ello cuando salió de la boca de metro y se encontraba de lleno con una de las siempre concurridas calles de Shibuya. Se paró un momento para recordar la dirección que debía tomar para encontrar la estatua de Hachiko y finalmente salió del todo de la estación de Shibuya para verla frente a ella rodeada de personas que, como ella, también esperaban a gente con la que habían quedado.

Caminó en dirección al pie de la estatua mientras buscaba con la mirada alguna cabellera rubia que le diera indicios de que Takeru había llegado. Pero no lo encontró. Extrañada por la tardanza de su amigo, se acercó más y decidió rodear la estatua por si por algún casual se encontrase detrás de ella.

Pero lo que encontró allí, no se lo esperó. No era Takeru quien estaba esperando allí, sino otra persona que conocía muy bien. Daisuke.

El chico, al reconocerla, se quedó mirándola perplejo y se acercó a ella. Ahora no tenía manera de escaparse de Daisuke, así que se quedó plantada en el suelo sin saber qué hacer.

- ¿Hikari?- preguntó él de repente incrédulo- ¿Qué… qué estás haciendo aquí?

- ¡Daisuke!- exclamó ella devolviendo el saludo nerviosa- Lo mismo iba a preguntarte… yo he quedado aquí con Takeru… me dijo que tenía algo importante que contarme.

- ¿No me digas?- dijo Daisuke mirándola fijamente- yo también he quedado con él aquí mismo y por lo mismo.

Ambos se quedaron mirando desconcertados. Pero Daisuke pronto sonrió de forma agradable haciendo que la chica volviese a sentir aquellas molestas mariposas en el estómago cuando él estaba cerca. Lo había echado tanto de menos…

Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera decirse algo más, apareció Takeru por detrás de ellos intentando llamarles la atención:

- ¡Estabais aquí! ¿Por qué os habéis metido detrás de la estatua? Así no os encontraba.

- Perdona tío- dijo Daisuke riéndose- me quedé aquí y Hikari me encontró. No sé por qué los dos pensamos lo mismo.

- No os preocupéis- contestó Takeru pasando por alto aquel comentario que en cierto modo le dolió.

Se hizo otro silencio incómodo. Takeru no sabía cómo empezar con el tema. Desde el principio no sabía muy bien cómo llevarlo y ahora que tenía a los dos enfrente se había quedado mudo. Trató de respirar profundo para calmarse, deseando que no hubiese pasado tanto tiempo callado como el que él estaba percibiendo. Finalmente dijo:

- Supongo que os estaréis preguntando el motivo de por qué os he citado aquí- al ver que los dos le miraban sin decir nada decidió continuar- tengo que deciros algo importante a los dos y, como sois mis dos mejores amigos, creí que tendríais derecho a saberlo los primeros… El caso es que… me voy a marchar a París en un par de semanas.

Ninguno de los dos parecía especialmente afectado por la noticia y eso le extrañó. ¿Acaso no les importaba que se fuera? Pero al momento, Daisuke dijo:

- ¡Vaya qué suerte! ¿Era eso lo que nos ibas a contar? ¿Y cuántos días te vas?

Takeru sonrió de forma amarga al oírle. De verdad habían creído que se marchaba para luego volver, por eso estaban ambos tan tranquilos. Luego dio un largo suspiro y aclaró:

- No… veréis… Voy a París, pero me voy definitivamente dentro de dos semanas.

Ahora sí que había quedado claro al ver que la expresión de los dos había cambiado a otra de incredulidad. Al menos algo le echarían de menos…

- ¿Pero cómo? ¿Por qué? ¿Y el curso?- preguntó Daisuke que había sido el único que había podido decir algo.

Entonces Takeru le contó la situación de su abuelo francés y todo lo que había pensado y acordado con sus padres para finalmente dejarles claro que no pensaba dar marcha atrás. Mientras hablaba, miraba las caras de sus dos amigos que parecían realmente apenados con lo que les contaba. Él también se sentía un poco deprimido. Iba a echarles de menos a los dos:

- ¿Entonces no hay marcha atrás? ¿Vuelves a Francia?- preguntó Hikari de repente.

- Me temo que sí- contestó él sonriendo tristemente- Lo siento… de veras.

De pronto, Hikari le abrazó de forma sorpresiva dejándole totalmente estático. Ella no pudo evitarlo, pero él era y seguiría siendo para siempre su mejor amigo y en ese momento se marchaba. Empezó a llorar en silencio muy afectada y él le acarició la cabeza de forma torpe sin haber sido capaz de recobrarse de aquel ataque de afecto.

Miró a su amigo en busca de explicaciones y se encontró con su mirada entristecida, pero incapaz de poder hacer nada por primera vez.

- Te echaré de menos…- oyó de pronto susurrar a Hikari.

Bajó la cabeza en su dirección y se encontró con sus ojos marrones mirando dentro de los suyos. Sus ojos llenos de lágrimas le expresaban mucho más de lo que él pensaba que podría interpretar. Fue capaz de ver pena por su marcha, pero algo más, fue capaz de ver en los ojos de la chica que más había querido en su vida, perdón. Un perdón puro y libre de rencores por fin.

Sonrió agradecido. Ahora ya sabía que Hikari y él habían dejado atrás todos los fantasmas del pasado, aunque no de la manera que él hubiese querido…

Suspiró derrotado. Era hora de hacer de buen amigo y renunciar a la que fue el amor de su vida.
Dejó que Hikari se separara de él y que, inconscientemente, ella volviese a ponerse junto a Daisuke para ser consolada por él de una manera casi inmediata. Le dolía sí, cualquiera capaz de ver a través de los gestos, podía percibir el amor que sentía el uno por el otro y el cariño que transmitían, aunque no lo pudieran ver ellos. Había dejado escapar a Hikari, pero al menos se alegraba de que ella fuera feliz con su mejor amigo.

- Escuchad. Hay algo que me gustaría hacer por vosotros- comenzó a decir Takeru.

Sin dar tiempo a ninguno a reaccionar, tomó la mano de Hikari con su mano derecha y luego la de Daisuke con la izquierda. Ante las miradas atónitas de sus dos amigos, juntó sus dos manos haciendo que las de Hikari y Daisuke se juntasen hasta que ambas quedaron unidas en un ligero apretón. Después de conseguirlo, dijo:

- No quiero irme de Japón sintiendo que he separado a dos personas que me importan y que se quieren tanto como vosotros os queréis.- al ver que ambos se miraban de reojo algo sonrojados, continuó hablando- ¡Vamos! Cualquiera vería que estáis hechos el uno para el otro. Daos otra oportunidad. Eso me haría muy feliz y podría marcharme a Francia en paz.

Vio que Daisuke miraba directamente a Hikari y notó cómo su mano apretaba la mano de la chica con más fuerza que antes. Él apartó su mano para dejarlos libres y eso parecía darle fuerzas a su amigo para mirar a los ojos a Hikari y decir:

- Kari…- dijo mientras ella abría los ojos al oírle llamarla en diminutivo- te quiero. Siempre te he querido y no me puedo olvidar de ti. ¿Podríamos… olvidar lo que ha ocurrido y empezar otra vez?

- Yo también te quiero- contestó ella olvidándose por un momento de cualquier cosa que no fuera él- pero… me siento tan mal por todo lo que ha pasado…

- ¡Ey, no!- dijo él de repente acercándola a él para abrazarla- ¡Olvida todo lo que pasó, Kari! ¡Empecemos de cero! Te lo pido, por favor… ¡no me dejes!

- ¡Te quiero!- dijo Hikari de pronto, aferrándose a él como si se le fuera la vida en ello- ¡Por favor, perdóname!

Parecía que ambos se habían olvidado de él, pero no le importó. Sonrió al verles tan felices y decidió marcharse para dejarles tranquilos. Cuando volvieran a percatarse de su ausencia ya habría cogido el metro de vuelta a su casa.

Antes de meterse en la estación para tomar el transporte, miró al cielo sonriendo. Después de varios días de no parar de llover, unos tibios rayos de sol bañaban su rostro en ese momento. Estaba saliendo el sol por primera vez de entre las nubes. ¿Eso significaba algo? Entonces sonrió. Debía de ser optimista. Si el sol era capaz de ganar la batalla a las densas nubes después de tantos días de batalla casi perdida para colmarle de ese calor que tanto necesitaba en ese momento, él sería capaz de ser feliz. 

Con ese último pensamiento y una última mirada al cada vez más brillante sol, se perdió entre la muchedumbre que se agolpaba a la entrada sin mirar atrás.

Dos semanas después, a las 8 de la mañana hora francesa, un Takeru agotado arrastraba su enorme maleta a duras penas mientras trataba en vano de mantenerse despierto. El viaje había resultado turbulento y se había mareado de tal manera que casi se pasó medio viaje en el baño. Nunca había deseado tanto llegar a tierra.

Recordó la despedida y se sintió nostálgico. Sus padres y su hermano habían ido a despedirse al aeropuerto. Después de mucho tiempo, habían sido una familia unida, aunque sólo fuera por unos instantes. Eso al menos le alegraba. Sus dos padres se habían despedido a su manera, su madre colmándole de mimos y besos sin parar y su padre con un simple abrazo cordial siguiendo su línea, pero en el que había sentido todo el cariño del hombre.

Su hermano, por su parte, también se mantuvo un poco distante. Lo comprendía. No le gustaba mostrar demasiado sus sentimientos en público cuando se trataba de él.

Luego recordó soltar la mano de su madre y entrar en la terminal sin dejar de despedirse de ellos hasta que torció una esquina y los perdió de vista ya de forma definitiva.

De repente, otro pasajero le preguntó la dirección de la salida de la terminal sacándole de sus pensamientos y amablemente se lo indicó uniéndose al camino de salida. Ya habían pasado el control de pasaportes y ya no había nada de qué preocuparse. Se encontraba en el territorio francés del aeropuerto Charles de Gaulle de París. Pronto se reuniría con sus abuelos.

No tardó en reconocerlos. Pudo ver a su abuelo entre toda la gente que esperaba, siempre reconocería su postura totalmente estirada a pesar de la edad que tenía y su pelo rubio claro, lo único que le hacía parecer que era un hombre mayor era el bastón que llevaba y su pierna escayolada. Su abuela a su lado, trataba de ayudarle y a la vez le buscaba con la mirada. También era una mujer que parecía más joven de lo que realmente era y muy guapa.

Takeru siempre había pensado que su madre y su abuela eran idénticas. En cuanto lo vieron, empezaron a saludarle entusiasmados y él corrió a abrazarlos. Su abuelo le dio una palmada amistosa en la espalda que casi le tira. Seguía teniendo la misma fuerza que antes.

- ¿Estás cansado, cariño?- preguntó su abuela sonriendo.

- Un montón- contestó él- ha sido un viaje muy complicado y no he podido dormir nada…

- No te preocupes- contestó ella- ahora iremos a casa, te prepararé un rico desayuno y podrás descansar todo lo que quieras.

- Eso me parece muy bien…- empezó a decir Takeru, pero de repente descubrió a su abuelo intentando tomar su maleta y dijo corriendo- ¡Abuelo! ¡No puedes coger peso!

- ¡Tonterías!- contestó el hombre enfurruñado- soy francés, soy duro como una roca y claramente yo puedo…

No le dio tiempo a terminar de hablar. Takeru tomó su maleta y empezó a caminar haciendo reír a su abuela y oyó de fondo a su abuelo enfurruñarse. Sí, eso era lo que tenía que hacer. Había elegido el camino que tenía que elegir.

- ¿Tú crees que le irá bien?- preguntó Daisuke de repente a la que ahora era su novia mientras paseaban por la calle cogidos de la mano.

- Seguramente- contestó Hikari adivinando a quien se refería- él es una persona muy especial, seguro que le irá bien en la vida.

- ¿Y nosotros?- preguntó él entonces parándose en medio de la calle- ¿Crees que nos irá bien? Porque yo… no quiero perderte otra vez…

Hikari se quedó mirando a su novio y sus ojos vagaron de pronto hacia la chaqueta roja que él llevaba. Sonrió y dijo:

- Nos irá bien, estoy segura

- ¿Cómo estás tan segura?- preguntó él intrigado.

De pronto, ella tomó un hijo rojo que se había salido de la chaqueta de su novio y tiró de él hasta que consiguió arrancarlo. Ante sus ojos comenzó a anudarse un extremo en el dedo meñique de su mano derecha y mientras trataba de anudárselo también a él en su dedo meñique decía:

- Porque tú y yo estamos unidos por el hilo rojo del destino. Que puede estirarse o encogerse, pero nunca, nunca podrá romperse. ¿Tú recuerdas esa leyenda? Pues yo nunca había estado tan segura de ella como lo estoy ahora. Daisuke, tú y yo estamos destinados, estoy segura de ello…

Él contempló por un momento cómo aquel hilo rojo atado a su dedo se extendía hasta anudarse en el meñique de la chica que en ese momento le miraba sonriente. Entonces sonrió y antes de besarla dijo:

- Yo también lo creo, Hikari. Tú y yo estamos destinados.

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