Posted by : Unknown
viernes, 6 de febrero de 2015
Capitulo 31: Amistad
Los rayos del Sol comenzaron a penetrar en la pequeña habitación iluminando el rostro durmiente de la norteamericana. La chica, al sentir la luz en sus parpados, se dio la vuelta molesta por haber sido sacada de su sueño tratando de volver a conciliarlo.
Pero no logró cumplir su cometido. Dos segundos después de haber encontrado la postura idónea en la que nada le molestaba, oyó aquel ruido ensordecedor que la ponía de los nervios. El despertador.
Refunfuñando y murmurando para sí maldiciones, extendió el brazo para apagarlo y volver a brindar al lugar de aquel silencio tan agradable tras aquella interrupción. Se levantó pesadamente frotándose los ojos y bostezando largamente. Volvió a mirar el lugar que había dejado tentada a volver a meterse bajo las sábanas y olvidar todo lo que tuviese que hacer ese día.
Pero no lo hizo. En lugar de ello, se arrodilló sobre la cama y comenzó a zarandear un bulto que se encontraba al otro lado de la cama que no parecía afectarle el sonido del despertador, mientras le decía:
- ¡Vamos Tai! Ya ha tocado el despertador.
Por su parte, lo único que recibió fue un gruñido y se dio la vuelta resistiéndose a ser sacado de su refugio entre las sábanas. Pero ella no pensaba echarse atrás, se subió encima de él y empezó a quitarle las sábanas exponiéndole al frío de la casa por la mañana. Él abrió un ojo mirándola fijamente sobre él y dijo no muy contento:
- ¿Qué quieres, Mimi? Es muy pronto para levantarse.
- Tú mismo dijiste que nos teníamos que levantar a esta hora- volvió ella a atacarle para que se moviese- ¿O no te acuerdas de dónde estamos?
El chico se incorporó pesadamente llevándose una mano a la cabeza mientras su rostro mostraba un gesto inequívoco de que le dolía bastante. Acababa de acordarse de que no estaban en el centro y aquello le hacía entender por qué razón se le había ocurrido la idea de levantarse pronto. Estaban en casa de sus padres en Odaiba.
Habían pasado unos días desde la pelea que había tenido con Yamato y desde entonces no había querido verle. Hubiera resultado un problema de no haber tenido la casa de sus padres como alternativa a irse, así que, sin pensarlo dos veces, cogió sus cosas y se marchó a la casa familiar.
No había hablado de nada con su amigo ni de momento pensaba hacerlo. A pesar de que su propia hermana se lo había sugerido repetidas veces ayudada por su novia, la verdad era que él no se sentía con ganas de hablar con él. El orgullo se lo impedía, ese orgullo que cada vez que se ocurría la idea de volver a ver a su amigo, le recordaba de una forma poco agradable lo que le había hecho y todo el tiempo que había estado ocultándoselo.
Agitó entonces la cabeza con violencia, intentando despejar su mente de aquellos recuerdos. Esperaba que su novia pensase que intentaba alejar el sueño y así no tener que volver a hablar de ello por enésima vez. Por suerte, ella ni imaginaba en qué estaba pensando.
Mimi le cogió del brazo, obligándole a salir de la cama, pero él se resistía. Tenía sueño y no estaba acostumbrado a levantarse tan pronto después de haber dormido tan poco. Quizá esa noche tendrían que haber dormido simplemente… Él se rió por aquella tonta ocurrencia al recordar la noche que acababa de pasar, con ella allí nunca dormiría simplemente.
De pronto, notó que una almohada se estrellaba contra su cabeza sacándole de sus cavilaciones, haciéndole mirar con desconcierto a la causante de ese golpe en la cabeza. Su novia aún tenía la almohada entre las manos y le miraba mientras le decía:
- Conozco esa cara y sé lo que ahora mismo estás pensando. Como no te levantes en cinco minutos, ya verás como no lo vuelves ni a oler.
Tras decir aquella amenaza, salió de la habitación dejándole allí con una mirada de desconcierto máximo e incluso un poco de miedo ante la amenaza que acaba de recibir… ¿Cómo podía saber lo que estaba pensando? Pero no le llevó mucho tiempo pensar la respuesta porque se levantó corriendo siguiendo a la chica más por la amenaza que por querer levantarse.
Al cabo de un rato, los dos ya estaban saliendo por la puerta dispuestos a empezar el nuevo día. Mimi ya estaba bastante despejada y caminaba alegremente en dirección al ascensor. Sin embargo, su novio no podía decir lo mismo. Él cerraba con llave la puerta de la casa entre bostezos y notando cómo los ojos le pesaban. Odiaba madrugar. Se le había olvidado que cuando iba a clase tenía que levantarse pronto y siempre se quedaba dormido en la primera hora sobre la mesa. Iba a ser un día duro.
Mimi le vio darse la vuelta hacia ella con aquella cara de sueño y se echó a reír. Pasó sus brazos por el cuello de Taichi para reconfortarle y le dijo entre risas:
- ¡Venga Taichi! Ya verás como volver a ir a clase no es tan terrible. Seguro que te pondrás al día enseguida.
- No estaría yo tan seguro…- contestó él dubitativo- sólo estuve en clase dos semanas, seguro que estaré perdidísimo.
- Pero bueno, tienes las demás asignaturas aprobadas… No creo que estés tan perdido- dijo ella tratando de brindar ánimos al chico- yo creo en ti, Tai. Estaremos juntos en Estados Unidos.
Taichi miró a la chica que tenía delante de él. La veía mirándole a los ojos con el gesto firme y decidido. En verdad que ella confiaba en él y eso le llenaba de confianza. Pasó sus brazos por la cintura de su chica y acercándose más a su rostro dijo:
- Si tú crees en mí… No necesito nada más en la vida.
Se inclinó para besarla, pero no pudo cumplir con su deseo porque en ese momento, las puertas del ascensor se abrieron delante de ellos dando paso a una pareja, que resultaron ser los vecinos de sus padres. Ambos se separaron avergonzados y tras un torpe saludo, se adentraron al interior del elevador. Taichi golpeó con fuerza el botón para bajar esperando desaparecer la vista de aquella gente. Cuando se lo contasen a sus padres seguro que tendrían cachondeo para un mes a su costa…
Por fin llegaron a la calle. Divisaron la moto del chico aparcada al final de la calle y fueron hacia ella. Taichi le pasó el casco a Mimi mientras él buscaba las llaves en sus bolsillos, se habían retrasado un poco y tenían que darse prisa.
Se subieron en ella y al poco ya se habían unido a los demás vehículos en dirección al puente Rainbow para llegar a la ciudad. El trayecto fue bastante tranquilo a pesar de la cantidad de tráfico que había y la larga distancia que había desde su casa hasta la zona del campus donde estudiaba Mimi. Pero a ninguno de los dos les parecía molestar, disfrutaban la cercanía del otro y querían alargar el viaje para estar juntos lo máximo posible.
Pronto pasaron por la calle donde vivía Mimi con Hikari y Sora. Ella miró hacia su casa a ver si era capaz de ver a alguna de las chicas salir de casa, pero no tuvo suerte. Aún era pronto para que alguna de las dos se saliera de casa, así que desistió del intento.
Notó cómo Taichi aminoraba la marcha y ella por encima de su hombro divisó los edificios de las facultades de su campus. Ya habían llegado a su destino, Mimi se agarró más al chico como acto reflejo, como si así no pudieran separarse.
Pero no fue así. La moto alcanzó el lugar y Taichi paró enfrente de la puerta. Mimi se bajó con su ayuda quitándose el casco a la vez, siendo enseguida seguida por él que también la imitó quitándose el casco. Ella le miró de forma reprobatoria:
- Vas a llegar tarde si te quedas aquí parado- dijo ella.
- No tardo nada en llegar- contestó él- ¿o es que mi novia no quiere que me despida de ella?
- Claro que quiero, idiota- contestó Mimi abrazándole- y tú tranquilo, que todo irá bien, ¡lo sé!
Él se echó a reír y le dio un corto beso en los labios a modo de despedida. Ya se iba a marchar cuando de repente, vio a una persona que se acercaba a ellos. Mimi volvió la cabeza a la dirección que él miraba y vio que era Yolei la que se acercaba allí. Sonrió a su amiga y no tardó en oírla hablar:
- ¡Hola chicos! ¿Qué tal el día?
- ¡Hola!- la saludaron los dos.
- ¿Entramos ya, Mimi?- preguntó ella mirando a su amiga que asentía.
- Bueno, luego os veré seguramente- contestó él colocándose el casco otra vez, pero antes de irse le dijo a Yolei- Por cierto Miyako, hace mucho que no te veo por casa. Koushiro no se entera de nada, ¿verdad?
Mimi volteó al cabeza en dirección a su amiga, perpleja por lo que Taichi le había dicho. Vio que ella enrojecía por momentos por lo que había oído, cosa que no pasó desapercibida por el chico que preguntó:
- ¡Ah! ¿Mimi no lo sabía?-al ver que Yolei negaba rápidamente, él se golpeó con la mano el casco y dijo- entonces no he dicho nada. ¡Lo siento!
Tras decir eso, se despidió una vez más de forma más breve y se subió en la moto para desaparecer de allí dejando a las dos chicas allí calladas. Pero Mimi no tardó en empezar a decir:
- ¿Qué… qué hacías tú en casa de mi novio?
- Eh…- comenzó Yolei a decir sin encontrar escapatoria a lo que acababa de decir- es… una larga historia.
- Me encantaría oírla- dijo Mimi ya repuesta de la sorpresa haciéndose una idea de lo que ocurría y sonrió maliciosa- ¿Qué ocurrió con Izzy, Yolei? Me encantaría saberlo.
Yolei tragó saliva pesadamente. Recordó sin darse cuenta cuando ella y Hikari habían puesto en evidencia a la americana con aquel pequeño episodio que les había contado que había vivido con Taichi. Pudo ver en sus ojos llenos de malicia que pensaba cobrársela en ese momento.
- Bueno…- comenzó a decir la chica tratando de encontrar las palabras adecuadas- ¿recuerdas que cuando me presentaste a Koushiro, te dije que ya le conocía?
- Sí- dijo ella- cómo olvidar aquella expresión de júbilo.
- Pues verás…
Y mientras caminaban en dirección al edificio, ella comenzó a relatarle todo lo ocurrido. Le recordó cómo él amablemente la había invitado a pasarse los lunes por el club donde ambos eran miembros porque él estaría allí.
Entonces desde esa vez, todos los lunes se la pasaba allí trabajando con él y preguntándole cosas que sabía que sólo él sabría. Mimi no podía creer que ella no se enterara de nada y miraba a su amiga con los ojos como platos mientras la escuchaba hablar sin parar cada vez más sorprendida:
- Bueno…- seguía hablando la chica cada vez más avergonzada- la verdad es que sin darme cuenta buscaba más motivos para ir a visitarle y la verdad es que cada vez me interesaba menos lo que me contase sobre los ordenadores. Me parecía absurdo porque a mí siempre me ha gustado todo eso y encima estaba con un genio, no entendía por qué quería estar con él dejando aparte el mundo de la informática…
- Sí, bueno- le cortó Mimi sabiendo lo mucho que se iba por las ramas contando las cosas- me ha quedado claro que no te interesaba lo que te enseñaba… ¿Qué más pasó?
- Vale, ya lo dejo- se disculpó Yolei avergonzada- la cosa es que verle sólo los lunes era poco y empecé a inventarme escusas para poder estar con él más allá del club. Koushiro no se daba cuenta de nada y sin darse cuenta acabé auto invitándome a su casa porque siempre las cosas que necesitaba que me instalase las tenía en su ordenador de casa. Así por eso, Taichi preguntaba. Porque siempre que iba, estaba él o estaba su otro compañero guapo…
Yolei entonces calló con intención de no decir nada más, pero Mimi no pensaba conformarse con eso sólo. Vio que su novio también se había dado cuenta de lo que pasaba con ella y estaba dispuesto a sacárselo como diera lugar. Así que con una sonrisita, preguntó:
- ¿No tienes que decirme nada más, Yolei?
- ¿Sobre qué?- preguntó Yolei haciéndose la tonta.
- No sé… quizá el motivo de por qué buscas escusas para estar con mi amigo o por qué no me habías contado nada cuando sabías de sobra que tarde o temprano acabaría enterándome de todo porque resulta que vive con mi novio…- dijo Mimi mirándola fijamente obligándola a soltar prenda.
- ¡Está bien!- dijo finalmente la chica explotando no pudiendo aguantar más la presión a la que le sometía- me gusta estar con él. Siempre me pareció fascinante y ahora que le conozco más, me gusta mucho más que antes.
- ¡Lo sabía!- gritó Mimi triunfal- desde que os presenté lo supe. Tarde o temprano tendrías que soltarlo. ¡Qué alegría me das! Izzy es un chico encantador y haríais una buenísima pareja.
De pronto, vio que su amiga miraba hacia otro lado cabizbaja tras oírla decir aquellas palabras. Ella no entendía qué le ocurría, así que preguntó:
- ¿Qué pasa? ¿Acaso a él no le gustas?
- No es eso…- dijo ella deprimida- es que, por más que lo intento, él no se da cuenta de nada. Le he lanzado cientos de indirectas y creí que con todas aquellas tontas escusas que le he dado para ir a su casa, le harían darse cuenta de algo. Pero es imposible, se han enterado sus compañeros antes que él…
- Izzy nunca se entera de nada si no se lo dices de forma literal y totalmente directa. Él no sabe ni leer entrelíneas ni ver más allá de lo que tiene delante- le explicó Mimi sonriente- si quieres que se entere de algo, tendrás que decírselo a la cara.
Ella entonces la miró alarmada, como si hubiera dicho el mayor disparate de la historia y comenzó a balbucear de forma tonta:
- ¡Qué dices! ¿Decírselo… directamente? ¡Estás loca! No puedo… no puedo hacer eso.
- ¿Por qué no?- preguntó Mimi extrañada- Izzy es muy buena gente y no creo que vaya a tomárselo mal.
- ¿No lo entiendes?- preguntó ella alterada- lo he intentado todo para saber si siente lo mismo por mí, pero él nada. Ni me mira, le soy indiferente. Si le digo algo, seguro que ya no me querrá ni ver.
- ¿Cómo lo vas a saber?- preguntó Mimi- Izzy es muy tímido con las chicas, a lo mejor tú también le gustas y no se atreve ni a mirarte para que no lo sepas.
Yolei no supo qué decir, pero Mimi pudo entrever en sus ojos un brillo que la hacía pensar que ella se sentía esperanzada por aquella pequeña posibilidad de ser correspondida. Mimi sonrió con ternura. No sabía cómo, pero tenía que juntar a Yolei con Izzy aunque fuera lo último que hiciera antes de marcharse…
Pasaron un par de días desde aquello, pero ella no había tenido tiempo para pensar en ello ni hacer nada al respecto. Otro problema se cernía sobre sus pensamientos acaparando todo. Ese problema eran Taichi y Yamato.
Pasaba el tiempo y Taichi seguía viviendo en casa de sus padres y Yamato se resistía a pasar por casa a ver a Sora por temor a que él o, en su defecto, Hikari estaban por allí… Después de todo lo que había pasado, tanto él como ella evitaban verse avergonzados por lo que habían causado.
En las mismas se encontraba Sora. Aquel día en concreto, discutía con Yamato por teléfono sin parar de dar vueltas por toda la casa gritando:
- Te he dicho que no están, Yamato. Taichi tampoco quiere venir si estás tú y Hikari está en clase. No te va a pasar nada por venir a buscarme un segundo y luego marcharnos. ¡Te comportas como un idiota!
- No me comporto como un idiota- contestó él- sabes lo que pasa y no tengo ganas de encontrarme con ellos.
- ¡Está bien!- dijo ella derrotada- iré yo a tu casa. Pero qué sepas que me pagarás el billete de metro.
Sin darle tiempo a reaccionar, colgó y arrojó el móvil al sofá suspirando pesadamente. En ese momento, apareció Mimi por la puerta. Había oído toda la discusión y adivinaba la razón del disgusto que tenía.
- ¿Otra vez que no quiere venir por aquí?
- Sí…- contestó ella mirando al vacío- de algún modo tenemos que conseguir reconciliarlos. Nunca hubiera pensado que esto iría tan lejos…
Ambas se sentaron igual de molestas por la situación. En ese momento, se encaramó al sofá imitándolas Miko, el gato que Hikari había traído días atrás.
El animal, una vez de pie sobre el sofá, empezó a moverse en dirección al regazo de Sora, la cual le recibió acariciándole el mentón haciéndole ronronear.
Mimi miraba esa escena divertida. Recordó cuando Hikari trajo el gato y la reacción de Sora. Al principio se negó en rotundo a aceptarlo en la casa e incluso discutió un montón con Hikari porque no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer con respecto a su nueva mascota. Pero al pasar los días, Miko parecía haber notado el rechazo de la chica y comenzó a acercarse a ella más que a ninguna otra hasta que finalmente logró doblegar su fuerte carácter, sorprendiendo a sus compañeras con la ternura y cariño que había sacado del interior de Sora.
Desde entonces, aquella escena de Sora con el gato sobre su regazo comenzó a ser una imagen muy habitual que sorprendía a todos los que pasaban por allí. Pero esto alegraba a la norteamericana. Ello significaba que poco a poco comenzaba a salir a la luz el verdadero carácter de Sora que tanto se había esforzado en esconder.
De pronto, Sora la miró fijamente. Se le había ocurrido algún tipo de plan, siempre que pasaba eso ella la miraba de esa manera.
- Tenemos que volver a contentar a nuestros novios, Mimi.
- ¡Sí!- asintió ella- ¿pero cómo? No pueden ni verse.
- Yo sé cómo van a tener que verse a la fuerza- dijo Sora con una sonrisa de oreja a oreja- Te cuento.
Entonces, ella comenzó a relatarle su plan y a medida que Mimi iba teniendo conocimiento de todo lo que su compañera pensaba, una sonrisita invadía su rostro, tan maliciosa como la de Sora.
Yamato acababa de aparcar en el aparcamiento próximo a su facultad. Salió del coche y antes de dirigirse a su destino, guardó su guitarra en el maletero para no dejarla a la vista y se cercioró de que había cerrado bien las puertas. Tras ello, emprendió el camino en dirección a la facultad mientras encendía un cigarrillo.
Dio una larga calada y se sintió un poco más tranquilo después de ello. Últimamente fumaba más de lo que solía, pero no podía evitarlo. Estaba muy nervioso y sólo ello conseguía aplacar todo lo que sentía.
Habían pasado muchos días desde que Taichi había cogido sus cosas y se había marchado a casa de sus padres sin decirle nada para arreglar todo aquel entuerto. Estaba muy molesto con él. De acuerdo que se había pasado y que la hermana de un amigo es intocable, pero él creía que el asunto había pasado de castaño a oscuro. Tampoco merecía ser tratado de esa manera después de todos los años que llevaban como amigos.
Pateó el suelo mientras caminaba para intentar liberar la tensión que sentía. No sabía qué hacer. Pero si aquella situación seguía así, no tendría más remedio que hacer algo.
De pronto, sonó su teléfono móvil dentro del bolsillo del pantalón. Desconcertado, lo sacó y vio que se trataba de Sora otra vez. Descolgó y preguntó:
- ¿Qué ocurre?
- Yamato- oyó que la chica decía al otro lado- lo he pensado mejor y prefiero que seas tú el que vengas por mi casa. He hablado con Mimi y me ha dicho que se va con Taichi a Odaiba y Hikari estará en clase, así que tendremos toda la casa para nosotros solos.
Él sonrió por aquella última frase de forma satisfecha, ni siquiera sospechó nada. Así que dijo despreocupadamente:
- ¿Toda la casa para nosotros? Entonces me apunto.
- Sabía que lo harías- contestó ella sin saber que, al otro lado, ella estaba guiñando el ojo a Mimi cómplice- Te veo luego.
Se despidió de su novia y caminó en dirección al interior del edificio tirando la colilla que le había quedado al suelo mientras sonreía. Después de todo, el día no sería tan horrible.
Taichi llegó a casa de su novia con la moto y tras dejarla aparcada, se apresuró a entrar en el edificio al ver que las nubes encima de él amenazaban lluvia de un momento a otro.
Mientras subía en el ascensor, tamborileaba con sus dedos en el casco preguntándose por qué razón Mimi había cambiado de idea. En un principio le había dicho que no podría ir con él a Odaiba porque tenía cosas que hacer en casa y de pronto le llamaba diciéndole que había cambiado de idea y fuese enseguida a buscarla, que le estaba esperando.
Pero finalmente sonrió. Le importaba más bien poco el motivo por el que la chica había decidido irse con él. Con tal de estar con ella el resto del día…
Las puertas se abrieron y se apresuró a llamar a la puerta. Al rato, le abría Mimi que parecía muy contenta de verle… Quizá demasiado, para lo que sería lo normal tras haberse visto hacía unas horas. Pero Taichi no sospechaba nada extraño y simplemente pensó que ella quería estar con él tanto como lo quería él mismo.
- ¡Tai, pasa!- dijo ella tomándolo del brazo casi obligándole a entrar.
El chico pasó y se encontró con Sora en el sofá sentada que miraba en su dirección. Levantó la mano a modo de saludo y ésta se lo devolvió riéndose. Vio como Mimi le arrastraba hasta su habitación y apenas les había dejado saludarse. Era la primera parte de aquella trama que ambas urdían a espaldas de los dos chicos y sabía perfectamente que ninguno de los dos sospechaba nada de ninguna de las dos.
Mimi llevó a su novio hasta su habitación y lo obligó a entrar. No podía permitir que saliese de allí hasta que el momento llegase. Le miró y sin pensarlo dos veces, se inclinó para besarle con fuerza. Sabía que así le distraería sin ningún problema y no haría preguntas. Notó con satisfacción que él respondía sin ningún reparo y se alegró internamente…
De pronto, ambos oyeron el timbre, pero ninguno hizo ningún caso. Pero al oír de forma clara la voz de Yamato hablando con Sora, Taichi se olvidó por completo de lo que estaba haciendo y, apartándose de Mimi, miró a la puerta cerrada para cerciorarse de que realmente era su amigo:
- ¿Pero qué…?- sólo pudo decir antes de salir como en estampida de la habitación rumbo al salón seguido de cerca por su novia.
Ya en el lugar, ambos chicos se quedaron mirándose el uno al otro. Taichi muy enfadado y Yamato con los ojos como platos ante la sorpresa de encontrarse allí con quien menos quería. La tensión podía cortarse con un cuchillo, pero ninguno de los dos dijo nada, hasta que finalmente Taichi
estalló:
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Pues estoy en la casa de mi novia- dijo Yamato desafiante- ¿O es que no voy a poder venir?
- ¿Qué significa esto?- preguntó entonces el chico mirando a las dos chicas que ahora se encontraban juntas en la puerta de entrada al salón- ¿Por qué estamos los dos aquí?
- No será…- atinó a decir Yamato antes de que Sora le interrumpiese.
- Sí, es una encerrona- dijo ella tomando su abrigo mientras Mimi se abrochaba el suyo- y como estamos hartas de vuestras tonterías, hemos decidido cancelar los planes que teníamos con vosotros y nos vamos a ir las dos de rebajas.
- ¿Qué?- dijeron los dos chicos al unísono.
- Lo que oís- dijo Sora abriendo la puerta- pero vosotros os vais a quedar aquí castigados para que reflexionéis sobre lo que habéis hecho… ¡Ah! Y como me encuentre algún simple destrozo, me lo pagáis- al ver que los dos estaban dispuestos a protestar, miró a su compañera y dijo- ¡Vámonos, Mimi!
Entonces, salieron por la puerta de entrada y cerraron con llave tras de sí, dejando a los dos chicos con la palabra en la boca. Antes de marcharse, se quedaron las dos en medio del pasillo para ver si podían oír si ocurría algo. Y en efecto, pasó. Oyeron el ruido de la puerta al intentar abrirla sin éxito y al segundo, unos golpes unidos a las voces de los dos que pedían desde dentro que los dejaran salir de allí. Ambas chicas se miraron y tras echarse una sonrisa cómplice, se alejaron de allí mientras Sora preguntaba:
- ¿Vamos a aquella tienda que fuimos la última vez? Seguro que hay algo nuevo que no vimos la última vez.
Tras golpear hasta hartarse la puerta con la esperanza de que las dos chicas se apiadasen de ellos, finalmente se dieron por vencidos y volvieron al salón.
Se sentaron en el sofá bufando muy molestos. Habían estado todo aquel tiempo evitándose el uno al otro para no verse y no tener que enfrentarse a aquella temida situación para que sus novias los engañasen y los dejasen atrapados como a presos para obligarles a hablar sobre todo lo que no querían hablar. Mujeres…
Ambos se negaban a mirarse y encendieron la televisión buscando algo que hacer para entretenerse hasta que ellas volviesen a sacarles de allí y se pudieran marchar sin haber satisfecho sus deseos.
Pero aún así, la situación les estaba resultando bastante cómica. Los dos allí, obligados a estar en la misma casa sin poder salir, obra de las maquiavélicas mentes retorcidas de Sora y Mimi… ¿De dónde habrán sacado tanta maldad esas dos? De pronto, los dos chicos dejaron de mirar la pantalla de la televisión para mirarse de forma inconsciente. Al darse cuenta ambos de que por sus cabezas habían pasado los mismos pensamientos, notaron cómo la risa comenzaba a apoderarse de ellos hasta que se convirtió en una fuerte carcajada al unísono.
Pero tan pronto apareció aquella espontánea carcajada como que desapareció al darse cuenta de con quién se estaban riendo. Taichi frunció el ceño y volvió la vista a la televisión mostrando una vez más la terquedad propia de su carácter. Reconoció que se había dejado llevar por la gracia de la situación, pero no pensaba hablar más con su amigo.
Sin embargo, Yamato no volvió la vista a la televisión. El haber encontrado algo gracioso con lo que reírse con su amigo le había hecho darse cuenta de lo poco que le gustaba que estuviese enfadado con él. Desde que se había ido de casa, las cosas no eran lo mismo y, aunque lo ocultase de todos los modos posibles, echaba de menos a su mejor amigo y quería arreglarse con él.
Miró a Taichi que fingía estar interesado en lo que aparecía en la pantalla y decidió que las chicas tenían razón. Que ya era hora de arreglar las cosas.
- Taichi- empezó el chico, pero aunque él no volteó la cara hacia él, siguió hablando- ¿No crees que ya está bien de todo esto?
- No sé de qué me hablas- contestó de forma automática su amigo haciéndole perder la paciencia.
- ¡Joder!- maldijo Yamato tratando de explicar- de acuerdo, sé que hice mal y que nunca debí ni siquiera mirar a tu hermana… pero eso pasó hace mucho tiempo.
- Ya- dijo Taichi aún mirándole- pero era mi hermana.
- Lo sé…- dijo él sintiéndose bastante mal- pero te juro que sólo fueron unas pocas veces, y después no volví a hacer nada con ella. Te lo digo de verdad. No sé por qué razón ocurrió, pero ocurrió y ya no puedo dar marcha atrás. ¡Lo siento, de verdad!
Taichi suspiró cansado y miró a su amigo. Parecía que decía la verdad y que sí que estaba arrepentido. No podía evitarlo, pero no le gustaba estar enfadado con su mejor amigo después de todo lo que habían vivido durante años. Pero aún así seguía resentido y dijo:
- Está bien… pero como vuelvas a acercarte a mi hermana, te mato- sonó tan amenazador que Yamato tragó saliva.
- De… de acuerdo, ni la miraré, te lo juro- dijo Yamato sintiéndose la amenaza con fuerza.
Tras decir aquello, Taichi se echó a reír dejando al rubio con cara de sorpresa por el repentino cambio de humor de su amigo. Parecía que estaba desvariando más a cada año que lo conocía. Luego le tendió la mano y éste rápidamente se la estrechó de forma amistosa como si así todo se quedase olvidado.
Pero finalmente, se dieron un abrazo amistoso dándose palmaditas en la espalda como solían hacer cuando estaban de bromas. Después de eso, se sintieron los dos mucho mejor que antes.
- ¡Qué impulsividad, Taichi!- decía Yamato volviendo a su modo de ser habitual- ¿También quieres que te dé otro beso como el de la otra vez?
- ¡Hazlo y muere!- contestó Taichi frunciendo el ceño. No había olvidado las salidas de su amigo.
- ¡Anda! Reconoce que te gustó y que quieres otro- seguía pinchando el rubio.
- ¡Aléjate de mí!- contestó Taichi pegándole un puñetazo en el costado- supera tu fijación Yagami y no vengas ahora por mí.
Yamato empezó a reírse a carcajadas dejándose caer en el sofá. La salida de su amigo era como una brisa de aire fresco, aquello significaba que todo había quedado en el olvido y podía permitirse realizar todo ese tipo de bromas. Pero él decidió no hacer ningún comentario al respecto. No quería arruinar el momento.
Taichi, mientras, estaba de pie consultando su reloj y acto seguido dijo:
- Es pronto aún… Dudo que estas se den mucha prisa en comprar, así que tardarán varias horas… Sora dijo que no rompiéramos nada… pero no dijo nada de que no pudiéramos ver la televisión o saquear su frigorífico o…
Yamato escuchaba a su amigo hablar y una sonrisa malvada asomó en sus labios al entender el plan. Recordó la encerrona en la que les habían metido y pensó que quizá sería una buena venganza por engañarles de aquella manera.
- La verdad es que tengo hambre… espero que tengan algo bueno para comer, aunque conociendo a Sora seguramente no tendrá nada que esté bueno…
- Podemos ir a mirar…- señaló él mientras se acercaba a la cocina- No fue muy buena idea dejar encerrados en una casa a dos hombres… Ya verán cuando vuelvan.
Y mientras los dos se reían, se perdieron al interior de la cocina dispuestos a acabar con todo lo que pillasen. Eso les enseñaría a las chicas a no volver a jugársela de esa manera y menos en su propia casa.
Tres horas después, Sora y Mimi volvían a casa cargadas de varias bolsas. Ambas venían muy contentas con las gangas que habían conseguido y recordaban entre risas las situaciones que habían vivido en las tiendas peleándose con otras personas que querían arrebatarles sus trofeos. Mimi le recordaba en especial la batalla campal de Sora con una mujer que quería la misma camiseta que ella y se reían al haber notado ambas que esa prenda era por lo menos dos tallas menos que la que esa mujer utilizaría.
- ¡En serio! ¿Pero cómo podía creer que esa cosa le iba a valer? ¡Qué poco amor propio tiene la gente!
- Y tú claramente tenías que hacérselo saber- dijo Mimi sin dejar de reírse- cada vez que me acuerdo de cuando empezaste a decirle que esa tienda no era la suya y le sugeriste fuese a otras de talla 46 para arriba. Creo que ahí te pasaste un poco…
- ¿Qué iba a estar pasándome?- dijo Sora- si estaba pegándome con el bolso, la muy… ¡cada vez que me acuerdo me enervo!
Pronto llegaron al pasillo de su piso y se quedaron paradas frente a la puerta sin decidirse a sacar la llave y abrir la puerta. Ambas se preguntaban lo mismo. ¿Se habrían arreglado los chicos? ¿O estarían más enfadados que antes y les culparían a ellas esa situación tan incómoda? Sora entonces sacó la llave y la metió en la cerradura para abrir la puerta esperando encontrarse cualquier cosa. Pero nada parecido a lo que se encontraron podría haber cruzado sus mentes.
Se encontraron a sus novios tirados en el sofá viendo un partido de fútbol motivados con los pies encima de la mesa y con unos bocadillos gigantes hechos con su comida y varias latas de cerveza de Sora tiradas por el suelo. Ninguno de los dos se había enterado de su llegada y justo en el momento que ellas aparecieron en el salón y les vieron, ambos se levantaron en ese momento a la vez del sofá gritando y celebrando armando todo el escándalo posible el gol que acababa de meter su equipo. Ambos empezaron a abrazarse como si hubieran ganado un premio ante las miradas estupefactas de sus novias que no sabían qué mirar más, si la parodia que tenían montada los cafres de sus chicos o el estropicio que habían montado en… ¡Su salón!
- ¡Vosotros!- se oyó de pronto la fuerte voz de Takenouchi Sora.
Ambos dieron un brinco al oír su voz y volvieron la cabeza hacia donde las dos chicas se encontraban muy enfadadas de brazos cruzados. Si las miradas matasen en ese momento, seguramente los dos estarían bajo tierra hacía un rato. Pero no descartaban esa posibilidad más adelante, al mirar sus semblantes.
- Nos dijisteis que no rompiéramos nada- se apresuró a decir Taichi metiendo más la pata- ¿Veis? Todo está bien…
- Una palabra más Taichi y estás muerto- esta vez era Mimi la que hablaba fulminando a su novio.
- Eh…- intentó arreglar Yamato sobre la marcha- pero mirad chicas, Taichi y yo ya somos amigos otra vez, ¿no os alegráis?
Pero de nada sirvió. Porque en ese momento tuvieron que huir pasillo arriba y pasillo abajo siendo perseguidos por sus dos enfurecidas novias que habían soltado las bolsas de sus comprar en el suelo a la vez y habían empezado a perseguirles gritándoles y amenazándoles de muerte por haber ensuciado su salón y haber gastado toda su comida en tan sólo tres horas. Ya ni siquiera les importaba si se hablaban o no.